El telescopio europeo Gaia cartografiará en la Vía Láctea mil millones de estrellas. Dicho así parece que serán muchísimas. Sin embargo, suponen solo el 1% de la población estelar de nuestra galaxia. Pero es una muestra tan significativa como para que los astrónomos obtengan un mapa galáctico tridimensional, con datos precisos de las propiedades físicas de cada astro observado, su posición y desplazamiento con un nivel de precisión nunca alcanzado antes. Y con esos datos quieren reconstruir la historia y evolución de la Vía Láctea. Para hacer este censo, el Gaia, lleva un sensor tan sensible que sería capaz de medir desde la Luna una uña de una persona en la Tierra, destaca Carme Jordi, investigadora de la Universidad de Barcelona y miembro del comité científico de la misión integrado por nueve especialistas. “En comparación”, añade, “la anterior misión de astrometría, Hipparcos, vería una persona entera desde la Luna. Pero además, con el Gaia, veríamos el crecimiento de esa uña o, hablando de astronomía, veremos cómo cambia la posición de cada estrella en los cinco años que durará la misión”.
Hipparcos, para seguir con las comparaciones, censó 118.000 estrellas entre 1989 y 1993. Era un telescopio de la Agencia Europea del Espacio (ESA) y, desde entonces, no ha habido otra misión espacial de astrometría. “En esto los europeos somos los únicos, la NASA no ha hecho ninguna misión de este tipo”, destaca la investigadora española.
El Gaia, también de la ESA, ha sido construido por la empresa Astrium en Toulouse (Francia) y desde allí fue transportado en avión hace unos días hasta la base espacial de Kourou (en la Guyana Francesa). Allí está ahora en fase de preparación para el lanzamiento, fijado para dentro de tres meses (entre el 17 de noviembre y el 5 de diciembre). El coste del Gaia asciende a 800 millones de euros.
El telescopio, que estará situado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, en órbita del punto de equilibrio gravitatorio L2, rastreará todo el cielo, determinando la posición, brillo y color de cada objeto celeste que entre en su campo de visión. “Al repetir estas observaciones durante la misión \[cinco años más uno de prórroga posible\], se podrá calcular la distancia, velocidad y dirección de movimiento de cada objeto celeste, registrar las variaciones de su brillo y determinar si tienen compañeros cercanos”, explican los expertos de la ESA.
En realidad el telescopio no solo verá las estrellas de la Vía Láctea, sino todos los objetos celestes en el cielo de hasta magnitud 20, lo que significa que observará astros hasta 400.000 veces más tenues de lo que el ojo humano es capaz de apreciar a simple vista, señala su responsable científico Timo Prusti, de la ESA. Los astrónomos estiman que podrán detectar entre 10.000 y 50.000 planetas extrasolares de tamaño similar al de Júpiter o mayores, así como 500.000 quásar lejanos y astros de las galaxias vecinas Andrómeda y las dos Nubes de Magallanes.
“El primer reto científico del Gaia es hacer arqueología de nuestra galaxia”, afirma Jordi, científica del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña. “Según las teorías actuales, la Vía Láctea es el resultado de haber ido engullendo otras galaxias a lo largo de miles de millones de años y las estrellas quedan como residuos fósiles de esas otras galaxias canibalizadas. Queremos reconstruir el pasado, su historia”.
El Gaia pesa dos toneladas (incluidos 400 kilos de combustible) y tiene forma cilíndrica. Dos telescopios dirigen la luz de los astros a un único sensor de medio metro cuadrado (el que lleva un teléfono móvil ronda el centímetro cuadrado) formado por 106 CCD y con 1.000 millones de píxeles en total. El observatorio lleva un parasol de 12 metros de diámetro que irá plegado dentro del cohete en el lanzamiento y que se abrirá en el espacio como un paraguas. De la construcción del parasol se ha encargado la empresa española Sener, destaca Jordi. En su equipo de la Universidad de Barcelona trabajan 28 personas en el Gaia, entre ingenieros de software y astrónomos, y también participan en la misión, sobre todo en el procesamiento de datos, especialistas de la Universidad de A Coruña y de la UNED.
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