Aunque Guardiola ha dado la Liga por perdida, el Barça pelea cada partido como si fuera la final de Copa. El guion se repite a diario, desde hace poco también en el Camp Nou, escenario en el que antes goleaba al adversario más fiero. A los azulgrana les cuesta marcar las diferencias, los colegiados intervienen en contra de sus intereses y los contrarios le desafían como cosacos. A cada jornada encuentran también los azulgrana por tanto una ocasión para reivindicar su fútbol, para que se escruten sus arbitrajes, para que los rivales se venzan. Todo es muy costoso, y más difícil sin Messi. Todo es muy sufrido, todo lleva mucho tiempo, incluso la renovación de Guardiola. Todo tiene, sin embargo, su recompensa: se celebró mucho ganar en inferioridad numérica al Sporting.
El partido tuvo una única dirección. Todos los caminos llevaban hasta Juan Pablo. Apuntaba el Barça al portero y se defendía el Sporting. Van los asturianos partido a partido de la mano de Clemente. Había dicho el técnico vasco que para evitar el descenso necesitaban ocho victorias en 14 jornadas. La finalidad de la alineación era inmovilizar al Barcelona, y especialmente a Xavi, Iniesta y Cesc, que recibieron marcas individuales en la línea de medios. A falta de delanteros, los zagueros y centrocampistas rojiblancos mezclaban en cancha propia, para alargar las posesiones azulgranas que tanto detesta Clemente, fiel por otra parte a su declaración de intenciones nada más llegar al Camp Nou: “Haremos lo que podamos y después rezaremos”.
Ocurre que los monólogos azulgranas no siempre son efectivos y algún día han resultado incluso estériles. El equipo toca y toca, a veces para no llegar a ninguna parte, empeñado en alcanzar la meta contraria con la pelota atada al pie, más dispuesto a triangular y a tirar paredes que a buscar el tiro de media distancia. El Barça no tiene chutadores ni un ariete goleador que no necesite del juego colectivo para decidir partidos desagradables como este. Villa está lesionado y el ataque estático exige mucha paciencia y finura, demanda abrir muy bien el campo y precisa de desequilibrio individual, menguado por la baja de Messi.
Así las cosas, la afición se puso de muy mal humor. Renegaba contra el árbitro, se quejaba del juego del Sporting y le reprochaba al Barça la obsesión por querer meter el gol de la jornada, por ser tan académico, retórico y empalagoso, en lugar de solucionar el encuentro por las bravas, como hacen los demás. El fútbol es así de sorprendente. El equipo actualmente más contracultural, el que mejor ha evolucionado el juego de ataque, no tenía respuestas ante el planteamiento más primitivo y conocido, el más antiguo y pragmático, el mismo que los estilistas califican de mezquino. A punto de alcanzar el descanso, el Barça no había tenido prácticamente ni una ocasión, apenas pudo armar la pierna, pocas veces se ganó un metro para el tiro.
Imposible encontrar un agujero, prisioneros los azulgrana de su propia retórica y de la red defensiva del Sporting. Los azulgrana, sin embargo, insistían en su fútbol favorito, dale que te pego: aquí un pase interior, allí un tacón, más adelante una combinación de salón. Hasta que se dio el gol: Adriano profundizó por su costado izquierdo, se apoyó en Keita y centró para la llegada de Iniesta, que acompañaba la jugada como si fuera la Cenicienta. Un tanto marca de la casa, como manda el libro de estilo. No valen los de rebote sino que deben ser bellos, serenos y exactos, como los de Kubala o los de Messi.
El partido parecía finiquitado en el minuto 40. Falsa impresión. El Sporting empató al poco de reanudarse el encuentro después que el colegiado expulsara a Piqué por tirar a De las Cuevas. La decisión pareció excesiva, o al menos Velasco Carballo fue más severo con el Barça que con el plantel de Clemente. El técnico aprovechó la expulsión del central para remover el banquillo y sacar a un delantero como Barral, que nada más pisar el campo se anticipó a Valdés y embocó un centro preciso de Mendy: 1-1. El gol desmontó al Barça. Hasta Guardiola se paralizó mientras el Camp Nou se crispaba contra el colegiado, que se desentendió de cuanto pasaba en el área forastera. El árbitro no vio ni un penalti; la hinchada contó tres.
El Sporting, muy viril y aplicado, se puso fiero y complicó el partido al Barça, hasta que Keita colocó estupendamente en una escuadra un pase de Alexis. No había lugar para el arrebato ni para perder los nervios ni cambiar de plan, sino para insistir en la estética y en el juego preciosista. A nadie le sorprendió que el tercer y definitivo tanto fuera una belleza por el pase de Iniesta y el toque de Xavi sobre la salida de Juan Pablo. No perdieron los azulgrana la delicadeza y en dos jugadas resolvieron un partido que tuvo mucho tiempo muerto. Lesionado Alexis, el Barça defendió con nueve un resultado ganado después de un excelente ejercicio de paciencia y de sufrimiento, un partido para desquiciarse y claudicar. No se rinde el Barça.
BARCELONA, 3 – SPORTING, 1
Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Adriano; Xavi, Keita, Iniesta; Pedro (Tello, m. 59), Cesc (Alexis, m. 59) y Cuenca (Puyol, m. 81). No utilizados: Pinto; Puyol, Muniesa, Dos Santos y Sergi Roberto.
Sporting: Juan Pablo; Damián (Barral, m. 47), Orfila, Gálvez, Botía, Canella; André Castro, Cases, Mendy, Ayoze (Carmelo, m. 48); y De las Cuevas (Eguren, m. 75). No utilizados: Cuéllar; Gregory, Rivera y Trejo.
Goles: 1-0. M. 41. Iniesta. 1-1. M. 49. Barral. 2-1. M. 80. Keita. 3-1. M. 88. Xavi.
Árbitro: Velasco Carballo. Expulsó a Piqué con roja directa por derribar a De las Cuevas (m. 46), y amonestó a Ayoze, Canella, Iniesta, De las Cuevas, Xavi, Gálvez, Carmelo, Keita, Eguren, Barral y Alves.
Camp Nou. 72.442 espectadores.
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