DPA) – La disidencia cubana se debate entre el rechazo y el apoyo a la visita del papa Benedicto XVI. Mientras algunos opositores ven con buenos ojos la llegada del pontífice a la isla a finales de marzo, otros consideran que ésta podría ser vista como un mensaje condescenciente con la política de La Habana.
Casi 750 disidentes firmaron el viernes una carta pública en la que llaman a Benedicto XVI a reconsiderar su visita a Cuba, la segunda de un pontífice católico tras la de Juan Pablo II en 1998. Aunque la misiva no pide explícitamente a Joseph Ratzinger que desista del viaje, sí sugiere que la visita serviría en la situación actual para refrendar la política de represión de la que los firmantes acusan al régimen cubano.
“Su presencia en la isla sería como enviar un mensaje a los represores de que pueden seguir haciendo lo que quieran, que la Iglesia lo va a permitir”, señala la carta publicada en el diario estadounidense “El Nuevo Herald”, de Florida.
“La corriente que hizo la carta, que es una corriente bastante grande, piensa que el Papa no debe venir”, confirmó a la agencia dpa Martha Beatriz Roque, una de las 749 firmantes y miembro del llamado “Grupo de los 75″ disidentes detenidos en 2003.
Roque reconoció además que a esa posición, representada por un sector al que calificó de “liberal” entre la disidencia cubana, se oponen por ejemplo las Damas de Blanco. “Ellas piensan que el Papa debe venir”, dijo Roque sobre el conocido grupo de esposas de presos políticos en la isla.
Guillermo Fariñas, otro de los disidentes que se unió a la iniciativa, admitió que entre los opositores hubo un debate por la propuesta para la carta, en la que finalmente se matizó el pedido al Papa de que no vaya a Cuba.
La misiva circuló entre varias personas y “se le hicieron algunos arreglos”, contó a dpa. “Yo tengo una posición intermedia”, agregó respecto a las diferencias entre la disidencia por la visita de Benedicto XVI. “Si se va a solidarizar con las víctimas es bueno que venga, si no se va a solidarizar con las víctimas es bueno que no venga”, resumió.
Soler detalló algunos de sus intercambios con Martha Beatriz Roque, que fue la que envió la carta al extranjero para su difusión. “Me dijo que iban a enviar una carta al Papa pidiendo que se reuniera con la sociedad civil y sino que no viniera a Cuba”, dijo Soler a dpa. “Ella sabe que yo no estaba de acuerdo con eso”.Fariñas pide además que los responsables del viaje papal difundan la agenda íntegra de Benedicto XVI en Cuba, para saber si el pontífice accederá a reunirse con representantes de la disidencia. Las Damas de Blanco enviaron el 5 de diciembre una carta solicitando una entrevista al Papa, señaló Berta Soler, la nueva líder de las Damas de Blanco tras la muerte de Laura Pollán el año pasado.
Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano de Liberación, también dejó claro por qué no comparte la posición del ala más liberal de la disidencia a la que se refería Roque. “Cuba es como una gran cárcel”, sostuvo. “Y nadie en una cárcel dice ‘como los carceleros maltratan a los prisioneros vamos a suspender la visita de los amigos y las familias’… es castigar a la víctima dos veces”.
La visita de Benedicto XVI, que llegará el 26 de marzo a la isla procedente de México para una visita de dos días, ha levantado expectativas en la sociedad cubana, justo cuando el gobierno presidido por Raúl Castro lleva a cabo un intenso programa de reformas de apertura económica.
Sobre todo sectores cercanos a la Iglesia católica piden un proceso de “actualización” política adicional a los ajustes económicos de mercado tras décadas de monopolio estatal.
La llegada de Juan Pablo en 1998 devolvió la fe católica a la isla, proscrita tras el triunfo de la Revolución en 1959, y convirtió a la Iglesia en un importante actor social e interlocutor habitual del gobierno castrista. En los últimos años, el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, ejerció de mediador ante el régimen para la liberación de varios presos políticos.
Críticos como Roque no aceptan sin embargo el papel actual de la Iglesia. “Lo más malo que tiene la visita del Papa es la posición de la jerarquía eclesiástica dentro del país”, señaló. La disidente cree que la política de acercamiento de la Iglesia acaba por permitirle al gobierno hacer luego “lo que quiera”.