El exjugador de la NBA Dennis Rodman hizo hoy escala en Pekín tras haber pasado una semana en Corea del Norte, donde participó en las celebraciones del cumpleaños de su amigo el dictador Kim Jong-un, y se defendió de quienes le han criticado por ese viaje al restar importancia a su influencia sobre el líder.
"No soy Dios, no soy un embajador, no soy nadie. Sólo quiero enseñar al mundo que podemos llevarnos bien practicando deporte, eso es todo", destacó ante un nutrido grupo de periodistas que, una vez más, le esperaba en el aeropuerto de Pekín.
A Rodman le han llovido las críticas después de que la semana pasada, en Pyongyang, justificara la detención en Corea del Norte del pastor evangélico estadounidense Kenneth Bae, retenido en ese país hace más de un año, pese a las intensas peticiones de Washington para que sea liberado.
El jugador se disculpó un día después por ello, alegando que le habían afectado el estrés del viaje y el alcohol, y hoy pidió nuevamente perdón por no haber podido ayudar a Bae, aunque defendió una vez más su iniciativa de acercamiento deportivo al aislado régimen.
"Amo a América, amo a mí país, nunca lo perjudicaría", aseguró por otra parte el exjugador de los Chicago Bulls, quien se quejó de que todo el mundo ha intentado cargarle con responsabilidades cuando su único objetivo es acercar EEUU a la aislada Corea del Norte a través del baloncesto.
El pasado día 8, Rodman, único extranjero con acceso directo a Kim, encabezó un grupo de exjugadores de la NBA y aficionados estadounidenses que "regaló" al dictador en el día de su cumpleaños un partido amistoso ante un combinado de baloncestistas norcoreanos.
El exjugador incluso cantó el "cumpleaños feliz" como dedicatoria especial a Kim, quien un mes antes había ordenado la ejecución de su tío y mentor Jang Song-thaek.
Rodman, que con su recién terminada visita ha viajado ya a Corea del Norte tres veces, volverá a ese país en febrero para intentar organizar un nuevo partido de lo que los medios de EEUU ya apodan la "diplomacia del baloncesto", en recuerdo de la "diplomacia del ping pong" que acercó a Pekín y Washington hace 40 años.
Uno de los jugadores que acompañó a Rodman a Pyongyang la pasada semana, Eric Floyd, declaró a la cadena estadounidense CNN que no sabía que iban a jugar ante el dictador Kim y que se sentía "engañado", aunque otro, Charles Smith, celebró la iniciativa, por "acercar a dos países que no se comunican".
EFE