María salió de la cárcel a punta de puñetazos y Kelvin volverá a la escuela gracias a la fuerza de su derecha. Ambos viven en barriadas populares y practican boxeo, un deporte que se abre espacios en las zonas más pobres de Caracas para robar terreno a la violencia de sus calles.
“¡Síguelo, síguelo!”, “¡Vamos, tú puedes!”, “Está cansado, ¡dale duro!”, gritan decenas de niños y adultos, amontonados al borde del cuadrilátero para ver las peleas del boxeo olímpico de calle que se organizan cada fin de semana.
El ring se levanta en un pequeño patio y al pie de una estrecha vía, que serpentea a lo largo de un cerro minado de viviendas de paredes de ladrillo y techos de zinc, hasta llegar a la parte más alta de la barriada de La Vega, en el oeste de Caracas.
Allí, la ex presidiaria María Berríos, de 27 años, y el inquieto Kelvin Palacio, de 13 años, ganaron sus combates de la jornada.
Desde 2009, la Asociación de Boxeo del Distrito Capital, con la ayuda del Comité Olímpico Venezolano y el ministerio del Deporte, organiza estas jornadas de boxeo en las barriadas caraqueñas.
“Nuestra idea es llevar el olimpismo a la calle. Queremos promover un juego limpio y captar talentos para quitar a la delincuencia un futuro criminal. Queremos crear nuevos líderes en los barrios, para que el delincuente no sea modelo a seguir”, señala el profesor Willians González, uno de los creadores del programa.
Entre la bulliciosa multitud que se aglutina en esta ocasión alrededor del ring está Maribel Iriarte, la mamá de Kelvin. Pero ella no grita. Simplemente se recuesta en unos escalones y observa todo, con semblante serio.
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