Miles de mujeres son captadas cada año en diferentes zonas de China para, tras falsas ofertas de trabajo, ser llevadas a las grandes ciudades para prostituirse, una situación de la que es difícil escapar ante el silencio de las autoridades y la alegalidad en la que subsisten.
"Vinimos desde Shiziajuang (capital de la provincia de Hebei, al sur de Pekín) para trabajar como masajistas, lo que habíamos estudiado, por un acuerdo entre empresas de la capital y el Gobierno local. Sin embargo, todo lo que vino después fue una auténtica pesadilla", aseguró a Efe Li.
La joven, de 29 años, relata así su entrada forzada en el mundo de la prostitución: Engañada con la promesa de una oferta de trabajo en Pekín, ella y otras seis chicas llegaron para descubrir que tendrían que trabajar como prostitutas en una casa de masajes.
Como Li, cada año miles de mujeres son captadas en las zonas rurales de China para llevarlas a las grandes ciudades, como Pekín o Shanghái, con la promesa de un empleo mejor aunque, en la mayoría de los casos, su destino sean karaokes, centros de masajes o peluquerías con un "doble negocio" y empresarios sin escrúpulos.
"El dueño nos prohibió negarnos y amenazó con denunciarnos si dejábamos el trabajo. Trabajábamos más de diez horas al día y muy poco de lo que cobrábamos llegaba a nosotras", asegura Li, que busca la aprobación con la mirada de Zhang, con quien llegó a Pekín hace cuatro años.
Zhang, de 27 años, recuerda las reacciones de unas y otras al descubrir el lugar al que llegaban y lo que estarían obligadas a hacer.
"Algunas estuvimos varias semanas paralizadas, pero otras, las que necesitaban desesperadamente el dinero para sus familias, aceptaron el trabajo con resignación", dijo Zhang, quien reconoció que para algunas no era una cuestión de moral, "sino de supervivencia".
Lo que relata Zhang es también una realidad cotidiana para muchas de las familias de la sureña región de Yunnan, cuyas hijas son enviadas, por la imposibilidad de garantizarles un futuro, a lugares como Hong Kong, Malasia o, sobre todo, Tailandia.
"Además de Pekín podías ir a Hong Kong, pero allí, aunque puedes ganar más dinero en cualquier trabajo, es muy peligroso, ya que por un problema de visado puedes estar atrapada", aseguró Zhang.
Fuentes del Gobierno de Hebei, anunciante del empleo en la capital, negaron a Efe los hechos al tiempo que afirmaron que siempre han trabajado con "empresas supervisadas oficialmente y dentro de la legalidad".
Sin embargo, el dueño de la casa de masajes donde Li y Zhang fueron, aseguró a Efe que nunca "se ha escondido nada ni obligado a nadie a trabajar", por lo que no se estaba engañando a nadie, algo que hace difícilmente comprensible su inclusión en la bolsa de empleo.
Cerca de cumplir dos años en el lugar, la situación de ambas era cada vez más angustiosa."Mentía a mis padres diciéndoles que era feliz pero mi único pensamiento era escapar", dice Li, que no puede evitar llorar cuando Zhang cuenta cómo salieron de allí.
"Un cliente, que creyó que aquello era un lugar normal, tuvo una fuerte discusión con el dueño y lo amenazó y tras una semana, fuimos todas despedidas. Yo encontré otro trabajo rápidamente gracias a un familiar y al poco tiempo pudimos contratar a Li".
Ambas trabajan ahora en una casa de masajes "real" en una de las zonas más exclusivas de Pekín intentando olvidar lo pasado y lamentando la situación de, como asegura Li, "aquellas que por miedo, vergüenza o necesidad no tienen otra alternativa".
Se ha hablado mucho sobre la situación de estas últimas, aquellas que ejercen su trabajo de una forma voluntaria pero que no tienen protección legal de ningún tipo.
Wu Qing, feminista y delegada del poder legislativo en Pekín, aseguró a Efe que la situación de la mujer "ha mejorado mucho", aunque lamentó lo realmente "lejos" de la igualdad que se encuentra el país asiático, el cual, aseguró, "debe hacer algo con la prostitución".
"Actualmente no se investiga sobre el tema. Hace falta normalizar la prostitución viendo la experiencia de otros países para proteger a estas mujeres y lograr que, antes y en el momento que tengan o quieran abandonar esa forma de vida, estén protegidas", aseguró Wu.
A este respecto, la única respuesta del Gobierno chino ha sido iniciar campañas que han llevado a "desfiles de la vergüenza" como el de 2006 en Shenzhen, en el sur, donde un centenar de prostitutas fueron obligadas a desfilar vestidas de presidiarias mientras un altavoz daba sus nombres y los cargos de que se les acusaba.
Según Wu, "aún queda mucho por hacer", algo con lo que coinciden Li y Zhang. Esta última, a modo de conclusión, lamenta el día en que eligió esa oferta de trabajo porque, según dice, "no importan los motivos que te lleven a hacerlo, nadie quiere ni merece vivir así".
EFE
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