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martes, 6 de diciembre de 2011

El Papa pidió a la Iglesia despojarse de su riqueza terrenal y su poder político


EFE).- Las visitas del Papa a España para presidir la Jornada Mundial de la Juventud; a Alemania, donde dijo que la Iglesia tiene que despojarse de su riqueza terrenal y poder político, y a Benín, donde afirmó que el sida es un problema ético, marcaron 2011, año en el que fue beatificado Juan Pablo II.

Desafiando el calor y los achaques de salud de un anciano de 84 años, Benedicto XVI viajó por tercera vez a España, el país más visitado junto a su Alemania natal en los seis años de Pontificado, para reunirse en Madrid con unos dos millones de jóvenes de todo el mundo.

En la considerada mayor concentración de católicos en Europa, Benedicto XVI les pidió que “no tengan miedo, ni complejos” de proclamar lo que son, pero les advirtió que “no se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia”.

Asimismo, le animó a no dejarse intimidar “por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia”.

Benedicto XVI, cuya visita fue duramente criticada por grupos laicos, colectivos homosexuales e incluso cristianos de base, denunció el relativismo que “desprecia la búsqueda de la verdad” y reiteró una vez más la indisolubilidad del matrimonio, precisando que el único válido es entre un hombre y una mujer.


Pero antes de ir por segunda vez a Brasil, Benedicto XVI tiene previsto viajar a México y Cuba en la primavera del año próximo, la primera vez que pisará países latinoamericanos de lengua española.

Si en Madrid pidió radicalidad a los jóvenes, en Alemania pronunció unos fuertes discursos que pasarán a la historia del Pontificado por su dura autocrítica, en los que dijo que la Iglesia necesita una “fuerte renovación”, que tiene que “despojarse” de su riqueza terrenal y de su poder político y abrirse a las preocupaciones del mundo.

En la tierra del protestantismo, Ratzinger afirmó que desde hace decenios se asiste a un descenso de la práctica religiosa y que la Iglesia en vez de abrirse a las preocupaciones del mundo, se acomoda y se vuelve autosuficiente.

Sin embargo, Benedicto XVI dijo que los daños para la Iglesia no vienen de sus adversarios, “sino de los cristianos tibios” y aseguró que un agnóstico está más cerca de Dios que esos “fieles de rutina que sólo ven en la Iglesia el boato, sin quedar tocado por la fe”.

Todo ello le ha llevado a convocar un Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, hasta el 24 de noviembre de 2013.

Benedicto XVI volvió a reunirse con víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos, en esta ocasión en Alemania, y cesó a obispos implicados en casos ocurridos en Irlanda, cuyo gobierno acusó al Vaticano de haber obstaculizado las investigaciones y cerró su embajada ante la Santa Sede.

Durante su viaje a Alemania ensalzó a Martín Lutero (1483-1546) y dijo que las preguntas que se hacia “¿cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?” debe convertirse “de un modo nuevo en una pregunta nuestra”.

Por segunda vez Ratzinger viajó a Africa, en esta ocasión Benin, donde exhortó a los africanos a no temer a la modernidad, pero les advirtió de que no caigan en la “sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o de las finanzas”.

Imploró “justicia, paz y reconciliación” para esos pueblos, pero precisó que para que sea posible los responsables de los crímenes deben ser puestos en manos de la justicia.

Si en su primera visita levantó una fuerte polémica al afirmar que el sida no se combate con preservativos, en esta dijo que la pandemia exige una respuesta médica, pero que es sobre todo “un problema ético”.

En este 2011, seis años y un mes después de su muerte y ante más de un millón de personas, Juan Pablo II (1920-2005) fue elevado a la gloria de los altares por su sucesor, lo que no ocurría desde hacia mil años.

En la beatificación más multitudinaria de la historia, Benedicto XVI dijo que “aquella carga de esperanza que se le dio al marxismo y a la ideología del progreso”, Wojtyla la reivindicó “legítimamente” para el Cristianismo.