AFP) – El conflicto que desangra Colombia desde hace casi medio siglo dejando heridas difíciles de restañar es como un monstruo de varias cabezas al que sólo se dará muerte si se resuelve el problema agrario, estiman expertos antes de la reunión en Oslo entre el gobierno colombiano y las Farc.
Los equipos negociadores se reunirán a partir del lunes para dar comienzo oficialmente, el miércoles, al proceso de paz.
Llegan con una agenda de cinco puntos centrada en el desarrollo rural, la participación política, el cese de las hostilidades, el problema del narcotráfico y los derechos de las víctimas.
Pero entre todos ellos reina el primero, el del acceso a la tierra, un problema que se eterniza en el país ante los conflictos armados y el fracaso de las diferentes políticas agrarias. Es el más importante porque, si no se le pone fin, en el mejor de los casos podría alcanzarse un acuerdo de paz, pero sería perecedero, opinan expertos.
Todo apunta a que en Oslo las dos partes medirán fuerzas en el tema de la restitución de la tierra.“Ahora las Farc están muy debilitadas. Podría conseguirse un acuerdo forzando las cosas (…) pero lo que me preocupa es que las causas continúen, porque volvería a surgir con otro nombre y otra organización, porque la gente quiere vivir y ganar y si no es de una forma lo hará de otra”, afirmó a la AFP Eduard Vinyamata, doctor en ciencias sociales por la universidad de la Sorbona y experto en conflictología. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se fueron debilitando en los últimos quince años pasando de 20.000 a unos 9.000 rebeldes.
En un comunicado difundido en septiembre y firmado por el Secretariado del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, los guerrilleros marxistas hacían hincapié en los problemas de “injusticia y desigualdad social”.
Las Farc fueron creadas en 1964 como respuesta a la represión de una insurrección campesina.
Hoy en día, los campesinos reclaman más de 600.000 hectáreas a las Farc, a las que acusan de haberlos expulsado de sus tierras, según un balance publicado recientemente por el ministerio de Agricultura colombiano.
Pese a las discrepancias, las dos partes se proponen alumbrar un proyecto agrario global, un objetivo aún más complejo, si cabe, que el de la restitución de tierras.
El tema agrario es “una de las raíces del conflicto”, y su resolución pasa por “incluir a los indígenas campesinos”, pero “además tiene que haber un acuerdo con los empresarios y la élite política que maneja el acceso a la tierra”, declaró a la AFP Gimena Sánchez, Coordinadora del programa de los Andes de la ONG WOLA, Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.
Pero esto, advierte, no resolverá “la inseguridad combinada con el narcotráfico”, el otro gran problema.
Aunque estos expertos se declaran optimistas sobre el desenlace del diálogo, cuando ha transcurrido más de una década desde el fracaso del último, insisten en la necesidad de un enfoque global.Vicenç Fisas, doctor en estudios sobre paz por la universidad de Bradford, en el Reino Unido, coincide en que “se necesitan compromisos de fondo” en el proyecto agrario, porque sin ellos “no se puede avanzar”. Pero también -explicó a la AFP- urge establecer programas de desmovilización eficaces y convendría crear “mecanismos de verificación” que permitan el cumplimiento de los acuerdos que se vayan alcanzando. Esto último no está previsto en la agenda.
Kristian Herbolzheimer, director del programa Colombia de la ONG Conciliation Resources y experto en programas de paz, estima que hay que “desmitificar” la mesa de negociaciones.
“Colombia necesita un amplio proceso de diálogo nacional, independiente de la mesa de negociaciones, para identificar colectivamente las raíces de las múltiples formas de violencia, un horizonte común donde nadie se sienta excluido, y una hoja de ruta para superar el pasado y avanzar hacia un futuro esperanzador”.
Las Farc y el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos han entablado un diálogo de paz que tiene como países garantes a Noruega y Cuba, y a Venezuela y Chile como acompañantes.
Por Eva Rodríguez