Andrés Galarraga no es un coach cualquiera. Su presencia apenas se deja ver por los terrenos de juego una vez cada Clásico Mundial, de hecho han pasado cuatro años desde la última vez que se puso un uniforme y también desde que empuñó un madero.
"No he tomado un bate nuevamente desde aquella vez, cuando tomé práctica de bateo", señaló Galarraga. Su estampa sigue siendo la misma, también la sonrisa de dientes blancos que mostraba cada vez que salía un batazo en el Coors Field de Colorado. Apenas las canas lo delatan.
Su trabajo como coach en el Clásico Mundial de 2009, le ganó no pocas ofertas para ser coach en las mayores, algo que descarta de plano. "El beisbol me corre por la sangre y por eso me emociona vestir este uniforme. Sin embargo paso tiempo con mi familia y me gusta eso, por eso creo que no aceptaría un trabajo de esta índole".
Galarraga sabe que su labor no es la de un instructor de bateo común, pues la mayoría de los jugadores ya están formados. "Ellos saben ya lo que tienen que hacer, uno debe estar pendiente de uno que otro ajuste".
Sin embargo la pupila del "Gato" está aguzada y le sirve, para desde adentro evaluar esta selección y compararla con aquella que estuvo muy cerca de la gloria. "Pienso que este equipo es superior al de 2009. estamos bastante balanceados y pienso que podemos hacer un buen papel".
Galarraga cierra la entrevista con un clamor casi nostálgico que contrasta con su rostro alegre. "Uno se emociona mucho. Ojalá cuando yo jugaba, hubiera existido algo así. Cuando empezó a sonar la idea, yo quería que la hicieran antes de que me retirara para poder jugarlo".
