(EFE/reuters).- El Consejo Nacional Transitorio libio (CNT), máxima autoridad rebelde, ha comenzado ya su mudanza a Trípoli desde Bengasi, capital de la revolución, en un movimiento seguido con atención por sus habitantes, tras años relegados al olvido.
Situada a unos 1.200 kilómetros al este de Trípoli, Bengasi, la segunda ciudad de Libia, ha sido el epicentro de la revolución que ha derrocado al líder Muamar el Gadafi, tras 42 años en el poder, y durante los seis meses y medio de rebelión ha sido la sede del CNT.
Ahora que la situación se estabiliza poco a poco, los dirigentes políticos revolucionarios han comenzado el traslado.
“No tenemos ningún problema con Trípoli; después de todo es la capital y el país tiene que estar unido”, dijo hoy a Efe el funcionario Abdelati Farach, de 56 años, sentado en un corro de hombres que hablaban de política en la plaza de los Juzgados, en el centro de Bengasi.
Justo el sábado pasado, el presidente del CNT, Mustafa Abdulyalil, apuntó en una rueda de prensa que el comité ejecutivo de su institución se encontraba ya en Trípoli, y que la mudanza se haría de forma segmentada hasta que se completara “la liberación” de todo el país.
Un portavoz de los revolucionarios, Shams Eddin, puntualizó a Efe que Abduyalil será el último en trasladarse a la capital del Libia, ya que no lo hará hasta que acaben los enfrentamientos con los seguidores del derrocado líder libio, Muamar el Gadafi, en paradero desconocido.
El funcionario fue interrumpido por los comerciantes Adel Farsi, de 40 años, y Muhamad Suesi, de 49, que recordaron que antes de Gadafi había parques, cines y teatros en Bengasi, que fueron cerrados en la década de los setenta del siglo pasado.
“Eso fue porque había muchos opositores, así que Gadafi sacó todo fuera, aquí pan y agua”, rememoró Suesi, quien destacó que la calle principal de la ciudad, Omar Mujtar, estaba llena de tiendas de ropa de gran calidad y de comida, a diferencia de ahora que muchas han cerrado.
Suesi indicó que durante años “Trípoli recibió todo el dinero e inversiones, los mejores trabajos estaban allí, todo estaba centralizado”.
“Si el CNT no es bueno con Bengasi, entonces a lo mejor haremos una huelga; ya no habrá revoluciones”, subrayó Falach, que enseguida fue interrumpido por el resto del grupo que exclamó “no, no, habrá otra revolución”.
En ese sentido, Suesi predijo que “a partir de ahora será lo que la gente decida y si no hay un cambio, habrá otra revolución”.
Aun así, Farach se mostró confiado en la buena voluntad del presidente del CNT, ya que “Abduyalil quiere hacer las cosas bien, en cada ciudad habrá un comité local del CNT y Bengasi no caerá en el olvido”.
Otro de los participantes en la tertulia, el oficial de aduanas Jalifa al Barrani, de 56 años, hizo hincapié en que el CNT tiene grandes retos por delante porque todo está por hacer en Libia.
Citó como ejemplo el ámbito de la Educación: “Gadafi prohibió la enseñanza de idiomas extranjeros y había mucha censura en los libros, quiso crear un país de retrasados mentales que no supieran nada, pero nos hemos rebelado”, apuntó.
Asimismo, para Al Barrani, el dictador promovió las diferencias entre las tribus para que hubiera “fitna” (discordia, en árabe).
Vehemente, Al Barrani se arrodilló y evocó cómo eran castigados los opositores al régimen.
“Si alguien se quejaba en un comité popular de que no había comida y no se encontraban macarrones en el mercado, por la noche los servicios secretos se lo llevaban a sus cárceles y le obligaban a engullir veinte kilos de macarrones para que no se quejara más”, narró conteniendo las lágrimas.
“Eso la gente de Bengasi todavía lo tiene en la cabeza -añadió Al Barrani- como el caso de los 400 bebés infectados en el hospital infantil de Bengasi con jeringuillas infectadas con el VIH en el año 2002″.