AP).— Día tras día los paulistas se pasan horas estrujados como en latas de sardinas. Esa es la experiencia cotidiana de 8 millones de personas que usan los trenes subterráneos y autobuses para movilizarse en Sao Paulo, la ciudad más grande de Sudamérica.
Los trabajadores a menudo viajan dos o tres horas diarias apiñados en buses y metros. Y eso si todo está en orden. Es común que haya problemas con el transporte, que generan incluso enfrentamientos entre los usuarios y la policía y alargan más todavía el recorrido.
Estos son el tipo de problemas que originaron recientemente las peores manifestaciones de protesta que vive Brasil en una generación. Una sangrienta represión policial le granjeó simpatías a los manifestantes, que protestaban un aumento del equivalente a 10 centavos de dólar en las tarifas de buses y metros. Millones de personas terminaron saliendo a las calles en todo el país para protestar por cosas como la corrupción y el lamentable estado de la enseñanza y los seguros médicos.
Las autoridades anularon el aumento a las tarifas de transporte. Pero los trabajadores paulistas siguen pagando una tarifa relativamente alta, de 1,30 dólares, por un viaje en condiciones horribles. Es así que los más pobres, que a menudo tienen que cambiar varias veces de líneas para llegar a su destino, deben gastar el 20% de sus ingresos en el transporte.
La presidenta Dilma Rousseff anunció hace poco una inversión de 4.000 millones de dólares en proyectos de infraestructura en Sao Paulo, buena parte de ellos en la mejora de los servicios de autobuses y metros.
Pero las autoridades admiten que tomará años ampliar la red de metros, agregar nuevos carriles para autobuses y aumentar las flotas del transporte público.