El retorno de Nicolas Sarkozy ha puesto en guardia al resto de candidatos a liderar la derecha francesa. “Ha comenzado la pelea de gallos”, dice despectivamente Barbara Pompili, copresidenta del grupo de los Verdes. El mismo viernes 19, horas después de que Sarkozy anunciara en Facebook su regreso, los principales espadas redoblaron sus presencias mediáticas. En primer término se sitúa el control del partido, la UMP (Unión para un Movimiento Popular), al que ahora aspira el expresidente francés, pero todos los contendientes saben que la batalla llegará dentro de tres años. De ahí que el exprimer ministro y alcalde de Burdeos, Alain Juppé, el que mejor parado sale en las encuestas para las presidenciales frente a los socialistas, declarara ayer: “El partido para 2017 ha comenzado”.
La respuesta mediática de los candidatos ha sido inmediata. El discretoAlain Juppé —a sus 69 años, el candidato también con más posibilidades de batir a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales llegado el caso, aparte del propio Sarkozy— ofreció en la tarde del domingo a Europe 1 una larga entrevista en la que se mostró dispuesto a ir “hasta el final”. Esta semana intervendrá, al menos, en un par de programas de televisión de gran audiencia.
Mucho más explícito y corrosivo ha sido el que fue primer ministro de Sarkozy, François Fillon (60 años), cuya relación con su antiguo jefe es ahora gélida. Fillon pronunció también este domingo un discurso ante los militantes del partido en Val-d’Oise en el que afirmó: “No soy partidario de los salvadores, sino de las ideas”, dijo en clara alusión al mensaje de Sarkozy del pasado viernes en el que explicaba su retorno a la vida pública para dar respuesta a la falta de esperanza de los franceses. Fillon, que cuenta con un centenar de diputados afectos, no es un enemigo menor.
Las relaciones entre el ex jefe de Estado y el que fue su mano derecha durante todo su mandato (2007-2012) se han deteriorado a causa del apoyo que Sarkozy prestó siempre al enemigo de Fillon: Jean-François Copé. Este último tuvo que abandonar la presidencia del partido en junio pasado por estar implicado en el llamado caso Bygmalion de facturas falsas para sufragar la campaña electoral de 2012.
Desde la defección de Copé, la UMP, el principal partido de la oposición (199 de 577 diputados) está en manos de un triunvirato formado por Fillon, Juppé y el también exprimer ministro Jean-Pierre Raffarin. La quiebra técnica, con 80 millones de deuda, y las pobres expectativas electorales han sumido a la formación conservadora en una crisis agravada por la falta de liderazgo y las luchas intestinas. “Nunca mi familia política ha estado tan dividida”, decía este domingo Sarkozy en France 2. Juppé, por su parte, no ha dejado de proclamar el poco edificante espectáculo de división que ofrece hoy la UMP, mientras que Fillon habla sin rodeos de “odios internos”. Las desconfianzas son tan agudas que el 7 de julio pasado el secretario general Luc Chatel excluyó a los directos colaboradores del triunvirato de la reunión con los auditores que debían presentar las cuentas del partido para evitar filtraciones.
Algunos analistas sostienen la tesis de que Sarkozy, quien se presenta también como el salvador de una UMP que todos parecen querer ahora refundar, es la mano en la sombra que ha impedido su propia sucesión en el partido. En este sentido, el expresidente se ha defendido en una larga entrevista publicada por Le Journal du Dimanche: “No es culpa mía que no haya sido capaz de cubrir el vacío de mi marcha”.
Controlar el partido resulta crucial para las primarias de 2016 de las que saldrá el candidato de la derecha a ocupar el Elíseo. Las modalidades establecidas para esa elección pueden escorar de manera determinante el resultado. De ahí que el anuncio de Nicolas Sarkozy —del que nadie duda que querrá optar a la reelección presidencial— haya revolucionado la ya complicada vida interna de la formación conservadora.
Para controlarla solo había dos candidatos de menor peso: Hervé Mariton, un exministro y ahora diputado poco conocido, y el exministro de Agricultura Bruno Le Maire. Tanto Fillon como Juppé defienden la opción de un líder para el partido diferente del candidato a presidir el país, lo que favorecería sus opciones. Ambos quieren un dirigente que permanezca neutral ante las primarias de 2016, una condición que, en principio, casa a la perfección con el perfil del seductor Bruno Le Maire, de 45 años, que se presenta con un discurso renovador y hombre dialogante. De hecho, lleva tiempo asegurando que la candidatura de Sarkozy es un buen revulsivo para la UMP. “Eso animará el debate interno, que es lo que necesitamos”, ha declarado. Por si acaso, también ha cargado su agenda en los medios.
La irrupción de Nicolas Sarkozy para presidir el partido como primer paso hacia la candidatura presidencial introduce un cambio radical que obliga a todos los contendientes a cambiar de estrategia.EL PAIS