Ver a los jefes de las cuatro mayores empresas contaminantes de la historia hablando de cómo pueden ayudar a resolver el calentamiento global puede parecer el colmo de la hipocresía.
Chevron, Exxon Mobil, BP y Shell son responsables de más del 10% de todos los gases de efecto invernadero emitidos desde la revolución industrial, y sin embargo aquí están, hablando bajo la bandera: “El gas natural es un pilar básico para un futuro sostenible del planeta”.
El jefe de Exxon, Rex Tillerson, se las arregla para incluir la palabra “medio ambiente” 13 veces en su discurso de apertura. “[Nuestra industria] puede ofrecer importantes beneficios ambientales”, dice, mientras que Ben Van Beurden, de Shell, continuó afirmando que “el gas puede ayudar a asegurar un futuro energético sostenible”.
Estos comentarios reflejan el tema clave en la Conferencia Mundial del Gas de este año en París, en momentos en que los jefes de las empresas de energía buscan reposicionar sus negocios de combustibles fósiles como un arma fundamental en la lucha contra el cambio climático. (O mejor dicho, la mitad de sus negocios: no se hizo ninguna mención al hecho de que también son grandes productores de petróleo).
A los delegados no les quedó ninguna duda sobre cuál era el tema clave de la Conferencia Mundial del Gas de este año.
Pero esto no es tan ridículo como podría parecer.
Para empezar, su argumento de que el gas natural emite la mitad de CO2 que el carbón y debe, por lo tanto, ser utilizado para apoyar las energías renovables, es legítimo. Como lo es el argumento de que las emisiones de CO2 de Estados Unidos han caído fuertemente luego de los descubrimientos de gas de esquisto.
Pero más importante aún, este intento de disociar el gas del carbón y el petróleo, y presentarlo como una fuente de combustible más limpio, muestra que las empresas de energía han aceptado el hecho de que la reducción de las emisiones de CO2 se ha establecido firmemente en las agendas políticas y corporativas en todo el mundo.
El contaminador paga
Varias compañías de energía han firmado la iniciativa del Banco Mundial para poner fin a la quema rutinaria de gas para el 2030. El proceso de quemar el exceso de gas en la extracción emite unos 300 millones de toneladas de CO2 cada año.
Muchos, incluyendo a Total, BP y Shell, también han hecho un llamado conjunto para establecer un precio de carbono efectivo, lo que obligaría a los grandes contaminadores a pagar más por el CO2 que emiten.
Esto puede parecer extraño dado que estas mismas empresas se verán afectadas, pero esta convocatoria está claramente motivada por el interés propio – el mayor rival del gas es el carbón, y los productores de carbón se verán golpeados mucho más fuerte.
Esto puede parecer extraño dado que estas mismas empresas se verán afectadas, pero esta convocatoria está claramente motivada por el interés propio – el mayor rival del gas es el carbón, y los productores de carbón se verán golpeados mucho más fuerte.
Las compañías de gas están muy interesadas en exhibir sus credenciales medioambientales.
El carbón es barato y abundante, y la única manera en que los productores de gas pueden competir en precio es si el carbono se grava, incluso si esto lleve a que la parte petrolera de sus negocios sufra.
Pero no se trata sólo de CO2. Muchos ejecutivos del gas realizan grandes esfuerzos para poner de relieve el creciente problema de la calidad del aire en todo el mundo, particularmente en China.
El gas, dice Van Beurden, emite 90% menos de contaminantes del aire que el carbón, un hecho que no debe pasarse por alto en un mundo donde hay siete millones de muertes relacionadas con la contaminación cada año, según la Organización Mundial de la Salud.
Combustible flexible
Y así como el gas no puede competir con el carbón en el precio, tampoco puede igualar las credenciales ambientales de las energías renovables. La industria del gas ha respondido diciendo que las dos se complementan a la perfección. Argumenta que las energías renovables, como la solar, la eólica y la hidroeléctrica, no pueden por sí solas satisfacer la creciente demanda de energía, que se estima que aumentará hasta en un 40% en los próximos 20 años.
Igual de importante, aseguran los ejecutivos, la energía solar y la eólica son variables, por lo que el gas es el combustible fósil más respetuoso del medio ambiente que puede servir como un respaldo de seguridad cuando las energías renovables no pueden satisfacer la demanda. Las plantas de gas también son relativamente flexibles y se pueden activar y desactivar más rápido y barato que las centrales de carbón y las nucleares.
Y también señalan el potencial del gas para el almacenamiento de energía de fuentes renovables. Las baterías se están apoderando de todos los titulares, pero el gas ofrece una alternativa viable, sobre todo para el almacenamiento a gran escala.
Finalmente, el gas puede ser utilizado como combustible por vehículos con emisiones mucho más bajas que los que usan gasolina o diésel. Argentina, por ejemplo, tiene más de dos millones de vehículos de gas natural, y Brasil no se queda atrás.
Todo esto significa que “el gas no es parte del problema, sino parte de la solución”, dice Bob Dudley, de BP.
Recortando emisiones
No obstante, el hecho es que a pesar de los esfuerzos de la industria para convencernos de lo contrario, el gas natural sigue siendo un combustible fósil que emite CO2 dañino. Y bastante.
Así que la simple sustitución del carbón por el gas no es la respuesta. De hecho, si todas las centrales eléctricas de carbón en el mundo se apagaron y se sustituyeran por plantas a gas modernas, el total de emisiones globales de CO2 se reduciría en unos cinco mil millones de toneladas al año, para llegar a 25 mil millones de toneladas, según Laszlo Varro, de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés).
Las emisiones deben caer a cerca de cinco mil millones de toneladas para que el clima se estabilice, asegura Varro.
Irán tiene enormes reservas de gas que podría exportar a Europa si se levantan las sanciones.
Una manera de hacer más limpio el gas es la captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), pero el mundo ha sido muy lento para desarrollar esta tecnología – sólo hay una planta a escala comercial de carbón CCS y no hay plantas de gas.
Más energía convencional
Lo que está claro, sin embargo, es que tal como están las cosas, las energías renovables por sí solas no pueden satisfacer la creciente demanda mundial de energía. En teoría, sería posible suministrar la energía para el mundo únicamente con paneles solares, pero la variabilidad sigue siendo el principal inconveniente.
Y aunque las baterías se pueden utilizar para almacenar energía durante el día para su uso por la noche, no pueden almacenar energía en el verano para usar en invierno.
Por ello, “vamos a seguir necesitando la generación de energía convencional por un largo tiempo”, dice Varro.
Y en la medida en que el gas es el combustible fósil más limpio, es “el mejor candidato para cerrar la brecha”, añade.
Por esta razón, el uso de gas natural crecerá significativamente en los próximos años, potencialmente hasta el punto en que sobrepasará al carbón y al petróleo como el hidrocarburo preferido del mundo.
En algún momento de los próximos 20 a 30 años, sin embargo, el uso de gas tendrá que empezar a caer para evitar un cambio climático peligroso.
Esta dependencia del gas podría reducirse significativamente si los gobiernos inviertan en sistemas de almacenamiento de energía a gran escala y, sobre todo, en energía renovable no variable, como la geotérmica y la que producen las mareas.
Las tecnologías para terminar con nuestra adicción a los combustibles fósiles están disponibles. El problema es que, con los actuales modelos de financiación, su desarrollo a gran escala es,por ahora demasiado caro.
Por: Richard Anderson / BBC Mundo