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martes, 30 de agosto de 2011

“No hay diferencia entre lo que hace el canal del Estado en su pantalla y lo que publicó Sexto Poder”

El sexto poder de la Hojilla”, así titula su columna de este martes Vladimir Villegas y comenta sobre el comportamiento de los medios de comunicación, tanto oficialistas como opositores y de cómo estos se desenvuelven en la esfera pública hoy en día. 
En ese sentido, asevera que “no hay diferencia entre lo que se hace desde la pantalla del canal del Estado en algunos de sus espacios y lo que se publicó en el semanario Sexto Poder. Apelan a lo mismo, a los sentimientos más bajos, a la descalificación de la persona, al lenguaje escatológico cuando no se encuentran o no se quieren encontrar argumentos de peso, sustentados e incluso decentes para criticar al otro”.

A continuación el texto completo:
El caso de Sexto Poder nos lleva nuevamente a reflexionar sobre temas que han sido particularmente polémicos en estos años, como son la libertad de expresión y el ejercicio responsable del periodismo.
Ambos valores no tendrían que estar en contradicción sino que deberían ser complementarios, para que la sociedad nunca se vea en la dicotomía de escoger uno en detrimento del otro. No estoy de acuerdo con el cierre de medios y cualquier medida restrictiva de la libertad de un periodista siempre es una mala noticia, independientemente de las causas que la originen, pero tampoco creo en la solidaridad automática con quien ejerza de manera irresponsable o inescrupulosa el periodismo.
Esta profesión no puede ser utilizada como canal para la guerra sucia, para el irrespeto del otro, para la descalificación de quien piense distinto, o de quien defienda proyectos políticos que en esencia sean opuestos al que nosotros compartimos.
No puede haber una doble conducta frente al uso de los medios para la guerra sucia, para el insulto o para estimular el odio. Y lamentablemente, en la Venezuela de hoy se nota a leguas que existe ese doble rasero. Para quienes comandan las instituciones del Estado venezolano, los insultos, las vulgaridades, las difamaciones y las incitaciones a la cayapa y al pase de factura contra la disidencia política, sea de origen opositor o incluso de procedencia chavista, no son tales sin son proferidas desde los medios que el Gobierno controla.
Allí reina prácticamente la impunidad, y veremos si se confirma esta afirmación una vez que sepamos si pro cede la acusación contra el conductor de La Hojilla por las ofensas a María Teresa Castillo, apenas uno de los quizás cientos de casos de ciudadanos que han sido salpicados por la venenosa saliva de ese individuo.
La rapidez con la cual los órganos de justicia actuaron en el caso del reportaje de Sexto Poder, en el que se ofende a las mujeres que encabezan varios de los poderes públicos, contrasta con las respuestas evasivas que en no pocas oportunidades dan los voceros del psuvismo, cuando se les inquiere sobre el uso de los medios del Estado para el agavillamento moral.
En definitiva, hay un doble rasero frente a este tema. Nos incomoda el periodismo que adversamos, pero somos complacientes y solidarios cuando la grosería, el chantaje mediático, la descalificación y el insulto sin medidas proviene de algún “camarada”, palabra por cierto con la cual se llenan la boca unos cuantos pseudo revolucionarios, que no más hace pocos años se postraban ante editores expertos en producir basura. Dígame si no es así, señor Silva…
En relación al caso de Sexto Poder, para nada comparto el tenor de ese escrito, en el cual se ofende a varias funcionarias. A algunas de ellas las he criticado por su actitud frente las instituciones que dirigen, pero jamás avalaré que se haga uso de un lenguaje escatológico para cuestionar a nadie.
Debemos dar ese debate sin prurito alguno y sin visiones polarizadas que nos lleven a la misma conclusión de que el periodismo de cañería vale cuando el excremento va dirigido a nuestros adversarios, y es cuestionable cuando embadurna a uno de los nuestros. Y fíjense ustedes que los extremos terminan pareciéndose.
No hay diferencia entre lo que se hace desde la pantalla del canal del Estado en algunos de sus espacios y lo que se publicó en el semanario Sexto Poder. Apelan a lo mismo, a los sentimientos más bajos, a la descalificación de la persona, al lenguaje escatológico cuando no se encuentran o no se quieren encontrar argumentos de peso, sustentados e incluso decentes para criticar al otro…
Frente a ese tipo de periodismo marco distancia, y creo que la mayoría de los venezolanos también.