(AFP) - Los latinoamericanos son, según varias encuestas, los habitantes más felices del planeta, pero hacerlos reír y que conserven la sonrisa cuesta, admite el comediante colombiano Andrés López, cuyo unipersonal ya convocó a más de tres millones de espectadores en diez países desde 2004.
“Que la gente se ría cuando está en el escenario es fácil, lo difícil es lograr que salgan riendo del espectáculo y conserven la sonrisa muchos meses después”, dice López cuyos monólogos ‘La pelota de letras’ y ‘Me pido la ventana’ se han convertido en un suceso teatral en gran parte de América Latina, algo que se refleja también en millonarias ventas de videos y un libro.
López, nacido en Bogotá en 1971, propone una reflexión nostálgica sobre las costumbres y roles en una familia típica de clase media, que termina reflejando las diferencias generacionales de un continente que se urbanizó de una forma brusca y acelerada en tres décadas.
A mí me ha correspondido dar testimonio de nuestras familias y de nosotros mismos como seres urbanos, una obsesión que también comparte nuestra literatura, pero yo lo hago provocando risas desde el escenario”, dijo en una entrevista con la AFP.
López realiza este fin de semana una apretada serie de presentaciones en Ciudad de México, adonde llegó procedente de Venezuela y Guatemala, en una gira que luego lo llevará a Costa Rica y España, con periódicas escapadas para actuar en ciudades de Estados Unidos, donde tiene una amplia hinchada.
“Así como hay asesinos a sueldo, yo soy comediante a sueldo”, dice riéndose al explicar su insistencia en resaltar que su éxito es fruto de años buscando posicionar el ‘stand up comedy’ (comedia unipersonal) en América Latina.
No ha sido fácil. Antes de López, el éxito de un comediante en la región se medía principalmente por sus apariciones de televisión, radio o cine. Ahora el humor ha vuelto a encontrar un espacio en teatros y escenarios, de cara al público, y ha surgido toda una nueva generación de cómicos.
Son los herederos de los espectáculos de café-concert de destacados latinoamericanos, como los argentinos Enrique Pinti y Antonio Gasalla, el uruguayo Carlos Perciavalle o el chileno Lucho Navarro.
Llenar salas no es raro para esta nueva generación, representada por nombres como Benjamín Rausseo o Larry Martínez en Venezuela; Alejandra Azcárate o Antonio Sanint en Colombia; Héctor Suárez Gomis en México; y Dan Breitman, Gustavo “Peto” Menahem o Martín Rocco en Argentina. El humor ha abierto una nueva fuente laboral.
“Es justo que un trabajo tan difícil como hacer reír a la gente sea bien recompensado”, dice López, quien ahora promueve y financia iniciativas de colegas desconocidos,López también busca fomentar que los espectáculos unipersonales rompan las barreras nacionales y se extiendan entre países. “Es importante que muchos artistas se conozcan, que intercambiemos humores”, dice mientras confiesa que trabaja en un proyecto sobre otra de sus pasiones: los dibujos animados.
López es un humorista que se desdobla en escena y recrea escenarios con la discreta magia centrada en su voz y gestos, para hacer una narración autobiográfica que revive su infancia y lo ubica como representante de la ‘generación de la guayaba’, la que evolucionó de hijos del os años 1970 a padres en el nuevo siglo.
“Somos hijos de la última generación de papás que eligió serlo por decisión propia, no por un accidente. Y ahora hemos engendrado a la generación AA, la de los nacidos después de la tarde del 11 de septiembre de 2011″, señala López bajando la voz para revelar un secreto que también comparte en su espectáculo “ha logrado descubrir que todo el poder del mundo se concentra en tres teclas, y lo peor es que saben que pueden dar Ctrl+Alt+Delete y hacer desaparecer el mundo”, concluye.