Martin Schulz, de 56 años, socialdemócrata alemán, presidente del Parlamento Europeo (PE) desde comienzos de año, tiene fama bien ganada de ser un político de verbo directo y brillante. A pesar de los estrictos límites de su cargo institucional, este antiguo librero suele llamar al pan pan y al vino vino. Schulz viajó ayer a España para mantener reuniones con los dirigentes del Gobierno, del Congreso de los Diputados y de la oposición, pero quiso también mantener una larga reunión con 26 jóvenes españoles de todos los sectores (parados, trabajadores y estudiantes). “He quedado impresionado y deprimido por los efectos de la crisis en la juventud española”, comentó tras ese encuentro.
Tiene muy claro Schulz que existen claras diferencias para salir de la crisis entre las políticas conservadoras y socialistas en Europa y recuerda que la izquierda se ha opuesto en los últimos dos años a una receta de austeridad pura y dura. “Hay que combinar”, señala en una entrevista con este diario, “las políticas de recortes y austeridad, como las que preconiza el Gobierno de Angela Merkel, con políticas de crecimiento y estímulo del empleo. Es evidente que el debate sobre esta cuestión se ha reforzado tras la victoria del socialista François Hollande en la primera vuelta de las presidenciales en Francia. Si Hollande se convierte en presidente, Merkel tendrá que ajustarse a un Gobierno socialista”.
A juicio de Schulz, “Europa vive una grave contradicción porque contamos con una unión monetaria y económica, pero no tenemos una unión política”. “Necesitamos, por tanto”, añade, “un Gobierno económico europeo que responda de la política del euro y de toda la actuación económica”. Ahora bien, no se fía en absoluto el presidente del PE de las agencia de calificación norteamericanas y ayer se encargó de subrayar la importancia de crear una agencia de calificación dependiente de la Unión Europea. “En el caso de las agencias norteamericanas”, explica, “no sabemos ni quiénes son sus propietarios ni qué criterios aplican para sus calificaciones ni con quién firman los contratos para elaborar sus informes. Además quiero recordar que las tres principales agencias de EE UU consideraron buenas las actuaciones de Lehman Brothers antes del estallido de la crisis. O sea, que no me inspiran ninguna confianza”.
Martin Schulz aspira a devolver el PE a un lugar central en la escena política de Europa. “Mi empeño pasa por hacer más visible y más audible al Parlamento y que sea el foro donde se legitimen también los Gobiernos nacionales. En los últimos días he invitado a comparecer en el Parlamento al primer ministro húngaro, Viktor Orbán; y al titular del Gobierno italiano, Mario Monti, porque representan a países con dificultades y en la UE hemos de saber que los éxitos y los fracasos nos afectarán a todos. Mi estrategia apunta a que los temas relevantes se debatan en el Parlamento Europeo”.
Este extrovertido alemán se queda pensativo cuando el periodista le pregunta por la posibilidad de que se abra una brecha entre los países del norte y del sur de Europa. “Confieso que temo una ruptura entre el norte y el sur de Europa. Es un riesgo evidente que llevaría a una situación muy peligrosa porque podría desmoronarse la UE y la zona euro. En esa línea me indigna ese tópico de que todo funciona bien en el norte y, por el contrario, todo marcha muy mal en el sur. Que yo sepa, Irlanda no pertenece a los países del sur y sufre una profunda crisis, y Holanda arrastra un déficit del 8%. Los problemas están en todas partes y las soluciones han de ser comunes. Claro que existen grandes diferencias entre Laponia y Andalucía, pero no mayores que las que separan a Massachusetts y Tejas”.
Nacido cerca de Aquisgrán —en una región alemana de confluencia con Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo—, el presidente del PE se toma su tiempo antes de responder a la última pregunta en su calidad de librero. “Para comprender esta terrible crisis no recomendaría un ensayo económico, sino un libro de historia, El último verano de Europa, escrito por el estadounidense David Fromkin, sobre las vísperas de la I Guerra Mundial. Todos los Gobiernos europeos coincidían entonces en las medidas a adoptar, pero al final todos pensaron solo en sus intereses nacionales. Tomaron las decisiones incorrectas y no evitaron la catástrofe”. Se despide Schulz con un toque optimista: “Espero que ahora no pase lo mismo”.