(AFP) – El presidente Hugo Chávez, que este sábado anunció una nueva recurrencia del cáncer, gobierna incansablemente Venezuela desde 1999 con la fija ambición de hacer historia con un proyecto socialista que lidera con un inmenso poder concentrado en sus manos y apoyado en la renta petrolera.
Chávez, líder sin parangón en Venezuela desde que fue elegido por primera vez, libra desde mediados de 2011 una batalla contra un cáncer del que se ha declarado curado dos veces y del que nunca ha revelado su ubicación.
La enfermedad, que ahora le obligará a someterse nuevamente a una operación quirúrgica en La Habana, no le impidió no obstante ser reelegido en octubre con el 55% de los votos al término de una campaña limitada en cuanto a mitines.
Este teniente coronel retirado de 58 años ha luchado en los últimos meses por dejar atrás la incertidumbre suscitada por el cáncer, aunque también ha alertado que ya no sería el presidente hiperactivo y omnipresente de antaño.
Ha dejado de hacer los ‘Aló Presidente’ -los larguísimos espacios televisivos dominicales- y ha reducido su ritmo de actividades y compromisos internacionales.
A la vez, ha acentuado su fe en Dios, a quien ha elevado plegarias públicas por su salud: “No me lleves todavía”, rogó en abril de este año.
Pero esta aparente fragilidad no ha opacado al líder impetuoso, osado y provocador que tan bien conocen los venezolanos desde que en 1992 lideró un fallido golpe de Estado contra un desgastado sistema bipartidista.
La intentona le llevó a la cárcel pero le dio a conocer y en 1998 ganó por primera vez las elecciones.
Desde entonces fue reelegido en 2000, después de que fuera aprobada la nueva Constitución por él impulsada, y en 2006, cuando arrolló a su rival Manuel Rosales con el 62% de los votos, y tras haber superado un golpe de Estado en su contra (2002) y un extenso paro petrolero (2003).
Seis años después perdura su conexión con las clases populares, su base electoral, y las muchedumbres respondieron con entusiasmo en sus últimos mitines, en los que derrochó energía, desgañitándose por momentos como una estrella de rock.
Chávez pidió el triunfo en octubre para hacer “irreversible” su régimen socialista y pisar el acelerador del Estado comunal, algo que sus detractores ven como una nueva maniobra para concentrar un mayor poder en sus manos.
Ya es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a las que ha declarado “chavistas”, presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), mayoritario en la Asamblea Nacional, y ejerce un control absoluto sobre los medios de comunicación del Estado.
Se arrogó poderes para gobernar por decreto durante 18 meses hasta junio pasado, lo que le permitió entre otras cosas aumentar sin límites la deuda pública.
Ajeno a quienes le llaman déspota, tirano o populista, se considera protagonista de una segunda independencia de Venezuela, cuyas reservas petroleras, las mayores del mundo, le permiten financiar millonarios programas sociales dirigidos a las clases populares.
También le ha permitido forjarse un liderazgo en América Latina y el Caribe, vendiendo petróleo a condiciones preferenciales a países sin recursos energéticos y brindando pingües negocios a sus aliados.
Lidera la oposición a Washington en la región y se ha convertido en el gran defensor y sustento de Cuba.
Con su estilo irreverente, no tuvo reparos en “mandar al carajo” el ALCA, un acuerdo regional de libre comercio con Estados Unidos (2005), o en declarar al año siguiente sentir en el podio de la Asamblea General de la ONU un olor a “azufre” tras el paso la víspera del entonces presidente George W. Bush.
Sin embargo, Chávez ha sido lo suficientemente pragmático para seguir enviando a Estados Unidos un millón de barriles diarios de petróleo.
Hijo de dos maestros de educación primaria y criado por su abuela paterna, Chávez creció en la localidad de Sabaneta (estado Barinas, oeste).
Se ha casado y divorciado dos veces, y tiene cuatro hijos, dos mujeres y un varón del primer matrimonio, y una niña, del segundo, y tres nietos.
Por Anna Pelegrí