Europa gana tiempo y suaviza su política fiscal a la vista de que se ha metido en la zona cero: 0% de inflación, 0% de crecimiento y 0% de mejora del paro, que sigue en máximos en el séptimo año de la crisis. La Comisión Europea eludió ayer sancionar a Francia y se conformó con lanzar avisos a siete países por el riesgo de incumplimiento de las metas de déficit público. Bruselas pudo ser tan dura como solía. Pero los tiempos están cambiando: se conformó con advertencias de diversa intensidad. Las más severas fueron para Francia, Italia yBélgica, que van a infringir sus metas fiscales, y hubo también un toque de atención para cuatro países adicionales, incluida España. Tras evaluar los proyectos de presupuestos, la Comisión prefirió mirar hacia otro lado: concedió a todo el mundo el beneficio de la duda, a la vista de que las heridas económicas del continente no acaban de cerrarse. Y, sobre todo, decidió dar más tiempo a Francia e Italia, que tienen hasta marzo de 2015 para aprobar las reformas prometidas.
Los ricos son diferentes: puede que aquella frase de Scott Fitzgerald valga también para los países. Hace 10 años, Bruselas ya permitió a Alemania y Francia incumplir las reglas fiscales; algo parecido va a suceder ahora que la marea de los incumplimientos se acerca a orillas de Francia e Italia. Frente a la dureza de los ajustes en la periferia, Bruselas ensaya con París y Roma el difícil equilibrio de aplicar la normativa pero a su vez otorgar cierta flexibilidad para no asfixiar a esos dos países: un ajuste más duro en Francia e Italia podría llevarse por delante la pálida recuperación de la eurozona y provocar un grave altercado político.
Pese a que el comisario alemán Günther Oettinger pidió mano dura hace solo unos días, la Comisión Juncker certifica así el suave giro, cada vez más manifiesto, de la política fiscal, en una semana en la que ha aprobado también un plan de inversiones de 315.000 millones. Y tiene por escrito la promesa de París y Roma acerca de las reformas: el presidente francés, François Hollande, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se han comprometido por carta a aprobar leyes relacionadas con el mercado de trabajo y varias espinosas medidas más. La política europea adopta así nuevos aires. Y Bruselas traslada presión al BCE, que había pedido un cóctel de flexibilidad fiscal, inversiones y reformas para embarcarse en una política monetaria más ambiciosa: las compras de deuda a gran escala.
“Por un lado, vamos a aplicar las reglas escrupulosamente: todas las opciones están abiertas. Pero, por otro, no podemos tomar decisiones precipitadas. Tenemos que dar tiempo antes de tener los datos definitivos y para ajustar el tiro: eso es lo más importante económica y políticamente”. Así justificó el nuevo zar de la política económica de la eurozona, el francés Pierre Moscovici, los malabarismos de la Comisión con Francia: con una mano Bruselas le da a París un pescozón y sitúa a la segunda economía de la eurozona a un paso de una multa millonaria —que nunca llegará—, y con la otra le da más tiempo y evita un rifirrafe con uno de los grandes países de Europa.
Francia está a un paso de incumplir sus objetivos fiscales de 2014, y es muy probable que fracase también con las metas de 2015. Lo mismo ocurre con Italia y Bélgica, según la evolución periódica que hace la Comisión de los presupuestos para controlar la estabilidad fiscal de la eurozona. “Los tres países tendrán más tiempo para adoptar medidas. No es una prioridad castigarlos, sino ver un claro compromiso con las reformas estructurales”, aseguró el vicepresidente de la Comisión para el euro, Valdis Dombrovskis en un encuentro con EL PAÍS y otros cinco diarios europeos.
España está en otra categoría: con menos riesgos, pero aun así con posibilidades de incumplir sus metas de déficit. Bruselas mostró la ya casi tradicional preocupación por España, a pesar de que pone las reformas del Gobierno de Rajoy como ejemplo a seguir a la menor oportunidad. Y avisó del efecto negativo que pueden tener las rebajas fiscales y el agujero en las cuentas autonómicas. “Queremos que España especifique medidas adicionales”, apuntó Moscovici. Pero esas admoniciones ya no son el redoble de tambores de antaño: las diferencias entre Bruselas y Madrid se limitan al distinto grado de optimismo respecto a las previsiones económicas. El Gobierno piensa que España crecerá el 2%; Bruselas prevé el 1,7%. Pero aun así la Comisión recomienda más de lo mismo: una subida de los impuestos medioambientales, y en todo caso del IVA, además de una vuelta de tuerca a la reforma laboral.
La imagen especular de los países deficitarios es la de una Alemania que acumula un superávit comercial del 7% del PIB y que anuncia superávit fiscal en 2015, pese a que esa combinación es venenosa para el resto de Europa. Cambian las caras, pero las opiniones sobre Berlín siguen siendo tan timoratas como siempre: Moscovici instó a Alemania “a aprovechar el margen fiscal para impulsar la inversión y promover no solo el crecimiento del país, sino el de toda la UE”. “Tendría que usar ese margen; debería hacerlo”, zanjó un titubeante Moscovici, consciente de que no puede ser duro con los grandes ante el riesgo de descomponer el delicado equilibrio del que depende la estabilidad de la zona euro.EL PAIS