¿Puede ser el frenazo chino bueno para un español?
El primer mes del año ya ha confirmado que 2016 también será el año de China, al menos en materia económica. Pero en sentido contrario al de la última década y media, en la que ha sido referencia del crecimiento mundial. Pekín se ha enfrascado en un obligado cambio de modelo (de la industria exportadora y los bajos precios a un mayor protagonismo del consumo y los servicios), de difícil digestión. Si desde 2000, el aumento anual medio del PIB chino rozó el 10%, Pekín confía ahora en que no baje del 6,5%. Tras una fenomenal burbuja, las Bolsas chinas no paran de bajar, la salida de capitales no cesa. Las dudas sobre la capacidad de las autoridades para gestionar este frenazo irradian a los mercados financieros mundiales. ¿Cómo impactará la ralentización china en la incipiente recuperación española? ¿Cómo afecta a un empresario español, a un consumidor?
Bolsas a la baja
El mayor riesgo es compartido. “Los efectos pueden ser muy relevantes si hay contagio a través de una mayor aversión al riesgo en los mercados financieros internacionales o del deterioro de la confianza”, avisaba el Banco de España en un informe publicado en septiembre, tras las primeras y abruptas caídas en las Bolsas chinas. Un riesgo que se ha traducido en el peor enero que se recuerda en los mercados financieros mundiales. Está por ver si es un episodio pasajero, o se enquista. Una fase prolongada de descenso en las Bolsas debería llevar a un encarecimiento generalizado de la financiación de todo tipo, desde los créditos a pymes a la deuda que colocan las Administraciones, aunque la zona euro cuenta aquí con un cortafuegos del que la economía española se beneficia especialmente: el compromiso del Banco Central Europeo de comprar deuda pública y privada a mansalva. “Es la primera vez desde que comenzó la crisis que podemos decir que el euro nos está sirviendo de algo”, señala Ángel Laborda, de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas).
Petróleo más barato
China es el principal consumidor global de materias primas. Como ya es una obviedad por lo que ha ocurrido en el último año y medio, la expectativa de un frenazo de la demanda china hunde los precios internacionales. Y, como señala el informe del Banco de España, “el efecto en el crecimiento” de otros países importadores “sería positivo”. En pocos países tanto como en España, donde uno de los bienes estratégicos de la economía, el petróleo, es importado al 99%. “Si el barril se mantiene en los 30 dólares todo el año, el ahorro para la economía española estará entre 15.000 y 20.000 millones todo el año”, indicó hace unos días el ministro de Economía, Luis de Guindos, una reducción masiva de costesque inyectaría, según sus cálculos, 0,5 puntos porcentuales más al crecimiento anual. Para la economía española, la bajada del petróleo es una suerte de subvención generalizada, de la que disfrutan familias (carburantes y calefacción más baratos) y empresas, pequeñas o grandes (transportistas, industrias). Y de un impacto considerable: lo que vaticina Guindos viene a ser como si casi todo lo que España importa de China fuera gratis total durante un año.
El bumerán de los emergentes
La combinación de mercados financieros con aversión al riesgo y precios de materias primas a la baja puede tener otro efecto indirecto en la economía española, sobre todo en grandes empresas. Como señala otro análisis, en este caso del servicio de estudios de BBVA, ambos factores limitan “la capacidad de respuesta ante el tensionamiento de los mercados de capitales, afectando negativamente a la demanda interna” de varios países emergentes. En un reciente artículo, el economista Juan Ignacio Crespo, destacaba que la próxima recesión global bien podía empezar por el colapso de una gran empresa o entidad financiera de un país emergente, vinculada al sector de la energía. Los expertos de BBVA Research recuerdan que “algunos de los mayores incrementos de las exportaciones españolas entre 2008 y 2014 se han dado hacía economías emergentes como Marruecos, Turquía, Argelia, México o Arabia Saudí”, países que sí sienten el impacto del frenazo chino. Y, además, una parte muy relevante del negocio de algunas multinacionales españolas se desarrolla directamente en economías emergentes con problemas, singularmente Brasil, en medio ya de una grave recesión.
La ventaja del desequilibrio comercial
No hay ningún país con el que España tenga una relación comercial tan desequilibrada como con China. Apenas un 2% de las exportaciones de mercancías españolas se dirigen al gigante asiático, mientras las importaciones desde China se acercan al 9% del total, un peso solo superado por las compras a Alemania y Francia. El resultado es un déficit comercial para España cercano a los 19.000 millones, el más abultado de todos. Según el Banco de España, medidas por el valor añadido que generan –descartado el contenido importado en la mercancía comerciada-, las exportaciones a China ni tan siquiera llegarían al 0,5% del total. Es decir, que el efecto de un frenazo en la demanda apenas se deja notar en el crecimiento económico español, aunque sí en las empresas que exportan al país asiático. O puede que ni tan siquiera eso, en opinión de Ivana Casaburi, directora del China Europe Club de la escuela de negocios Esade.
“La ralentización viene del cambio de modelo fijado en el nuevo plan quinquenal, que va hasta 2020, y tiene dos objetivos básicos: fomentar el consumo interno, ampliar las clases medias. Y aumentar la innovación dentro de las empresas”, explica Casaburi, “y, hasta ahora, Pekín siempre ha cumplido con sus objetivos”. La experta de Esade precisa que, si se logra el incremento de clases medias y consumo privado que se persigue, las mercancías que venden las empresas españolas y europeas pueden verse beneficiadas.
El mayor impacto negativo del menor crecimiento chino en el comercio exterior es, de nuevo, indirecto: las exportaciones a China sí son importantes para Alemania (un 6,5% del total) y, a su vez, Alemania es uno de los principales destinos de las ventas españolas (11%). La industria automovilística, que vende piezas y automóviles a Alemania, que luego son reexportados a China, sí puede llegar a notar el frenazo chino.
Cuando el yuan pierde valor
Mucho menor que respecto al dólar, la depreciación de la divisa china frente al euro tiene también un efecto positivo en la economía española: abarata las importaciones de mercancías chinas, una factura cercana a los 24.000 millones de euros. De esos menores precios se benefician todo tipo de empresas, grandes y pequeñas, que se aprovisionan en la principal fábrica mundial.
Nuevo inversor en el barrio
En el último lustro, las inversiones chinas en Europa se han multiplicado hasta rozar los 19.000 millones de euros en 2014. Hasta ahora, las operaciones en España han sido de una cuantía relativamente menor -333 millones de inversión directa en España fue de origen chino en 2014, según el registro del Ministerio de Economía-, pero van a más –cerca de 600 millones hasta septiembre del año pasado-, y los proyectos encima de la mesa de empresas y Administraciones se multiplican. ¿El frenazo chino interrumpirá esta tendencia al alza? Ivana Casaburi lo duda. “El modelo de la fábrica más barata se agota, tienen una necesidad cada vez más fuerte de innovar, y si las respuestas no las encuentran dentro, saldrán cada vez más al exterior, para comprar y participar en empresas occidentales que les permitan acceder al know how, a procesos innovadores”, recalca.EL PAIS