Mucho ha llovido desde que la Linterna Mágica, con su síntesis poética de danza, cine y teatro, revolucionara el mundo del espectáculo en la década de los años cincuenta y sesenta. Ahora capea el temporal de la crisis.
Fue entonces cuando surgió este novedoso formato teatral, con ocasión de la Exposición Mundial de Bruselas de 1958, en la que el pabellón checoslovaco obtuvo la mejor puntuación y tres premios Estrella de Oro.
Durante aquella Expo hubo catorce participantes que solicitaron a la compañía del dramaturgo Alfred Radok, padre del proyecto (junto con el arquitecto Josef Svoboda), que acudiera a actuar en sus respectivos países o cediera los derechos.
Entre los interesados figuraban la URSS, Siria, Egipto, EEUU, el Reino Unidos, Francia, Holanda, Bélgica, Austria, Israel y, también, España.
La buena estrella de la Linterna Mágica (en checo, Laterna Magika) hizo que se convirtiera en uno de los referentes culturales obligados de Praga, y que atrajera a un numeroso público a las funciones, primero en el Palacio Adria, luego en el Palacio de la Cultura y, más recientemente, en la Nueva Escena.
Este inconfundible edificio vanguardista, finalizado en 1983, está recubierto por más de cuatro mil bloques de vidrio soplado y parece un gran televisor, para poner de relieve el sentido de la era audiovisual.
Sus elegantes interiores, profusamente decorados de mármol verde procedente de Cuba, combinado con diseños en vidrio que recuerdan al planeta galáctico de Krypton, hablan también de un pasado esplendoroso.
Forma parte de la instalación la Pared Virtual, un elemento desmontable diseñado por Svoboda, y que permite proyectar imágenes del escenario que no son vistas por los artistas.
Los actores y bailarines sólo pueden guiarse por la música y las señales en el suelo, mientras que la construcción de cristal semiopaco da un aspecto tridimensional al espectáculo.
Pero la Linterna Mágica, icono de la escenografía checa, capea ahora el temporal de la crisis, y sus cimientos han sido fuertemente sacudidos por el descenso del número de turistas.
Este fenómeno se ha acentuado desde 2008, lo que redundó en una caída de los ingresos del 25 por ciento respecto a 2007, lo que no se ha podido nivelar debido a los recortes del presupuesto del ministerio de Cultura.
Actualmente, el ente cuenta con un equipo de catorce bailarines, aunque muchos de ellos actúan en otros lugares, como la Ópera Estatal y demás teatros, mientras que las representaciones de esta prestigiosa marca sólo ocupan un tercio de la capacidad de la Nueva Escena.
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