La revuelta popular que ha derrocado en menos de un mes a los presidentes tunecino y egipcio podría propagarse a otros países árabes si no se aplican reformas rápidamente, estimaron el domingo los analistas.
El dilema de los dirigentes árabes consiste en “optar rápidamente por un cambio liberal o correr la misma suerte que los de Túnez y Egipto”, advierte Anuar Eshki, director del Instituto de Medio Oriente de Estudios Estratégicos.
Obligado a renunciar después de 30 años en el poder, Hosni Mubarak -al igual que el tunecino Zine El Abidine Ben Alí, que huyó de su país el 14 de enero pasado- cedió a la presión de la calle pero también a la de Estados Unidos, del cual era el aliado árabe más cercano, indica Eshki.
Sublevado por la injusticia, el desempleo y la corrupción, “el ciudadano árabe ya no es el mismo de hace dos meses” y “demostró que podía derrocar un jefe de estado al cabo de dos o tres semanas de manifestaciones”, indica por su parte el director del Centro Carnegie para Oriente Medio, Paul Salem.
Las sublevaciones populares en esos dos países “tendrá repercusiones en el conjunto de la región”, señala, por su parte, el ex ministro jordano, Saleh Al Qallab.
“Estados Unidos, que alentó el cambio en Túnez y en Egipto, va a intentar hacer los mismo en otros países árabes”, explica Saleh Al Qallab.
“¿A quién le toca? Nadie puede predecirlo”, agrega el ex ministro, aunque excluye a Arabia Saudita, “donde un proceso de reformas iniciado por el rey Abdalá avanza lentamente debido al peso de la tradición y la religión”.
“Estados Unidos buscará evitarle a las monarquías del Golfo cualquier cambio brutal que pudiera perturbar el aprovisionamiento en petróleo de la economía mundial”, dice Eshki.
Pero al mismo tiempo “va a aconsejarles que inicien reformas o aceleren su aplicación”, agrega Eshki.
“El viento del cambio va soplar en esos países. Si sus dirigentes no toman la iniciativa, los pueblos se encargarán”, insiste Eshki, oriundo de Arabia Saudita.
Las sublevaciones tunecina y egipcia, impulsadas por jóvenes movilizados a través de las redes sociales en Internet, dejó en evidencia los límites del activismo islamista, utilizado hasta ahora como un espantapájaros por los regímenes árabes para impedir cualquier voluntad de cambio, dice Paul Salem.
“Sin obediencia ideológica”, esas sublevaciones triunfaron donde los movimientos islamistas fracasaron durante décadas a pesar de que se presentaban como “única alternativa a los regímenes represivos árabes”, dice Salem.
Para Arabia Saudita, la caída de Mubarak va a “agravar el desequilibrio en la relación de fuerzas a favor de Irán“, que sueña con un “Oriente Medio islámico”, estima Salem.
“La alianza de los países árabes con Estados Unidos va a debilitarse a favor de una cierta autonomía basada en el modelo turco, pero esos países no tienen otra opción que permanecer en el regazo estadounidense”, afirma Salem. AFP.
El dilema de los dirigentes árabes consiste en “optar rápidamente por un cambio liberal o correr la misma suerte que los de Túnez y Egipto”, advierte Anuar Eshki, director del Instituto de Medio Oriente de Estudios Estratégicos.
Obligado a renunciar después de 30 años en el poder, Hosni Mubarak -al igual que el tunecino Zine El Abidine Ben Alí, que huyó de su país el 14 de enero pasado- cedió a la presión de la calle pero también a la de Estados Unidos, del cual era el aliado árabe más cercano, indica Eshki.
Sublevado por la injusticia, el desempleo y la corrupción, “el ciudadano árabe ya no es el mismo de hace dos meses” y “demostró que podía derrocar un jefe de estado al cabo de dos o tres semanas de manifestaciones”, indica por su parte el director del Centro Carnegie para Oriente Medio, Paul Salem.
Las sublevaciones populares en esos dos países “tendrá repercusiones en el conjunto de la región”, señala, por su parte, el ex ministro jordano, Saleh Al Qallab.
“Estados Unidos, que alentó el cambio en Túnez y en Egipto, va a intentar hacer los mismo en otros países árabes”, explica Saleh Al Qallab.
“¿A quién le toca? Nadie puede predecirlo”, agrega el ex ministro, aunque excluye a Arabia Saudita, “donde un proceso de reformas iniciado por el rey Abdalá avanza lentamente debido al peso de la tradición y la religión”.
“Estados Unidos buscará evitarle a las monarquías del Golfo cualquier cambio brutal que pudiera perturbar el aprovisionamiento en petróleo de la economía mundial”, dice Eshki.
Pero al mismo tiempo “va a aconsejarles que inicien reformas o aceleren su aplicación”, agrega Eshki.
“El viento del cambio va soplar en esos países. Si sus dirigentes no toman la iniciativa, los pueblos se encargarán”, insiste Eshki, oriundo de Arabia Saudita.
Las sublevaciones tunecina y egipcia, impulsadas por jóvenes movilizados a través de las redes sociales en Internet, dejó en evidencia los límites del activismo islamista, utilizado hasta ahora como un espantapájaros por los regímenes árabes para impedir cualquier voluntad de cambio, dice Paul Salem.
“Sin obediencia ideológica”, esas sublevaciones triunfaron donde los movimientos islamistas fracasaron durante décadas a pesar de que se presentaban como “única alternativa a los regímenes represivos árabes”, dice Salem.
Para Arabia Saudita, la caída de Mubarak va a “agravar el desequilibrio en la relación de fuerzas a favor de Irán“, que sueña con un “Oriente Medio islámico”, estima Salem.
“La alianza de los países árabes con Estados Unidos va a debilitarse a favor de una cierta autonomía basada en el modelo turco, pero esos países no tienen otra opción que permanecer en el regazo estadounidense”, afirma Salem. AFP.
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