(AFP) - “La injusticia me pone mal”, dice Menganno, un superhéroe argentino entre excéntrico y solidario, que esconde su identidad detrás de una máscara y patrulla calles de un barrio de la periferia sur de Buenos Aires a bordo de su moto, para desalentar el delito y ayudar a los necesitados.
“Soy un superhéroe real, de carne y hueso. Mi objeto es que todos seamos más buenos y solidarios. Para eso empujo yo”, dijo Menganno a la AFP, enfundado en su traje de justiciero en la esquina de una plaza de Lanús, rodeado de niños de una escuela cercana.
El hombre, cuya máscara azul de látex le cubre hasta la mitad de la cara y que esconde sus ojos tras lentes, se niega a revelar su identidad para mantenerse en el anonimato –de allí su nombre–, aunque saben de su vocación su esposa y sus dos hijos de 18 y 11 años y algunos amigos, confiesa.
Dispuesto a ayudar a los más necesitados, juntó dos salarios ganados como chofer de un auto de patrullaje policial, para comprar decenas de pares de zapatos para jardines de infantes de la zona. Pero luego abandonó este empleo. “No soporto que me manden”, justificó.
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