(AFP) – La presidenta Dilma Rousseff sale fragilizada con la caída de su jefe de gobierno Antonio Palocci a menos de seis meses en el poder, pero ahora podrá imponer su marca en el Ejecutivo con la designación de una sucesora alejada de la tutela del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, opinaron analistas.
Palocci dimitió de su cargo el martes, tras tres desgastantes semanas en las que fue bombardeado por acusaciones de enriquecimiento ilícito que dieron alas a una oposición que pedía su cabeza.
Este miércoles asumió su sucesora, la senadora Gleisi Hoffmann, de 45 años.
Si Palocci era considerado un hombre de Lula -fue el coordinador de la campaña que llevó al carismático ex presidente al poder en 2003 y luego su todopoderoso ministro de Hacienda-, Hoffmann es considerada una mujer a la imagen de Rousseff, elegida para ser la gerente de sus programas de gobierno.
La presidenta se emocionó hasta las lágrimas en el evento que marcó la salida de Palocci y el nombramiento de Hoffmann, pero advirtió que los embates políticos no la paralizarán.
“Así como estoy triste con la salida de un compañero de luchas, estoy satisfecha con la solución que encontré para asegurar la inmediata continuidad del gabinete”, dijo Rousseff.
Y advirtió: “No inhibirán la acción de mi gobierno. Jamás nos paralizaremos delante de embates políticos (…) Nuestro gobierno tiene metas y las alcanzará”.
“Rousseff tardó mucho en reaccionar a las acusaciones contra Palocci y esa crisis con cinco meses en el poder desgastó mucho al gobierno”, afirmó a la AFP el profesor de la Universidad de Brasilia y consultor David Fleisher.
“Pero, al final -con la sustitución de Palocci por Hoffmann- la presidenta mostró autonomía y sale de la sombra de Lula; Palocci era lulista, Gleisi es Dilmista, lo que puede acabar resultándole más positivo”, destacó.
“El Ejecutivo se ha debilitado con una crisis tan pronto y de estas proporciones. Ahora estamos prácticamente en un reinicio del gobierno, porque hasta ahora la estructura reposaba en buena parte en la fuerza de Palocci, que era casi como un primer ministro”, dijo a la AFP el analista de MCM Consultores, Ricardo Ribeiro.
El reto ahora, coinciden los analistas, es definir quién se encargará en el gobierno de las relaciones políticas para asegurar la cohesión de los diez partidos que forman la alianza gubernamental, principalmente con el gigante Movimiento Democrático (Pmdb) del vicepresidente Michel Temer, que suele anteponer sus intereses.
“El problema que no fue resuelto con el nombramiento de Hoffmann es la articulación política, y tiene que ser resuelto ya porque, la presidenta no puede seguir viviendo una situación de conflicto con su base en el Congreso y aliados insatisfechos”, añadió Ribeiro.
La propia Hoffmann confirmó que su función principal será gerenciar los programas del gobierno.
Rousseff, una exguerrillera y funcionaria pública de 63 años, heredera política del carismático Lula de quien fue ministra jefe de Gobierno hasta asumir la presidencia de Brasil el primero de enero, ha mantenido entre sus ministros a la mayoría de pesos pesados del círculo del ex presidente.
En medio de la crisis, la prensa brasileña se hizo eco en las últimas semanas de la presencia de Lula en Brasilia, reuniéndose con los aliados e intentando apagar el fuego cruzado contra el gobierno.
Hoffman está casada con un exministro de Lula, Paulo Bernardo, titular de Comunicaciones. Pero la nueva número dos del gobierno brasileño es, al igual que Rousseff, una mujer que pertenece a una nueva camada del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, y no una de sus fundadores como la mayoría de hombres de su círculo.