Dinamarca se convierte así en el primer país del mundo que impone un gravamen adicional a los productos que contienen las perjudiciales grasas saturadas, como mantequilla y papas de bolsa.
Si los daneses desean comer mantequilla o margarina pagarán US$0,45 más por paquete, US$0,12 extra por cada bolsa de papas fritas y US$0,20 más por cada medio kilo de carne molida.
También se gravarán los aceites, productos lácteos con alto contenido de grasa, como crema batida y crema fresca, y todos los alimentos que contengan más de 2,3% de grasa saturada, incluidos productos procesados como galletas, pasteles y dulces.
El impuesto adicional será de US$2,90 por cada kilogramo de grasa saturada.
El gobierno danés espera que la introducción de este impuesto a las grasas conduzca a una reducción de 10% en el número de personas obesas en el país.
Dinamarca, sin embargo, no sufre un problema tan grave de obesidad como otros países de Europa y del resto del mundo.
Sólo 10% de su población es clasificada con sobrepeso, pero aún así las autoridades esperan que se reduzcan las muertes prematuras en el país causadas por enfermedades cardiovasculares.
En el Reino Unido -donde vive la población más obesa de Europa con tasas de sobrepeso de 20%- se está pidiendo imponer una medida similar para reducir el problema.
Interés
Sin duda muchos en otros países estarán analizando la situación con interés ya que ésta será la primera vez que podrán medirse los efectos en la práctica.
Un estudio llevado a cabo en el Reino Unido en 2007 en la Universidad de Oxford reveló que la combinación de la introducción de impuestos en la comida poco saludable y de descuentos tributarios en frutas y vegetales podrían salvar 3.200 vidas al año en este país.
Quienes están a favor de esta medida afirman que, además de salvar vidas, el dinero recaudado del impuesto a las grasas puede ser utilizado para financiar campañas de salud para dietas sanas o subsidios para equipos de ejercicio en las escuelas.
No todos, sin embargo, están convencidos de que estos impuestos lograrán que el consumidor desista de comprar alimentos que le gustan.
Una investigación publicada en The Journal of Consumer Affairs en abril pasado, encontró que los etiquetados que advierten que un producto tiene, por ejemplo, un alto contenido de grasas saturadas, son más efectivos que los impuestos a la grasa.
Los investigadores de la Universidad de Alberta, Canadá, estudiaron el comportamiento de 364 consumidores en supermercados canadienses.
Los investigadores pidieron a los compradores que eligieran entre refrigerios sanos y refrigerios grasos cuyo precio iba desde $0,50 hasta $2.
Algunos de estos artículos mostraban etiquetas hipotéticas que advertían sobre el alto nivel de grasa del producto.
Los resultados mostraron que para los consumidores con el índice de masa corporal más alto el precio no importaba y sólo se vieron disuadidos de comprar productos que llevaban etiquetados de advertencia.
Tal como señala el profesor Sean Cash, quien dirigió el estudio, "las etiquetas de advertencia en un producto tienen un impacto conductual mucho más fuerte porque son mucho más evidentes que las diferencias en el precio que resultan de un impuesto".