Cuentos breves y extraordinarios para leer aunque no tengas tiempo
Típico que andas con un libro en la mano y alguien te pregunta qué estás
leyendo. Tú intentas responder, no puedes: la persona te interrumpe para
contarte que le encanta la literatura, pero que no tiene tiempo para
leer.
En un libro autobiográfico sobre el oficio de la literatura, Stephen King
expone: “Si no tienes tiempo para leer es que tampoco tienes tiempo (ni
herramientas) para escribir”. Hay que ser radical con algunas cosas,
claro, y una buena escritura solo depende de las lecturas previas.
Ahora la honestidad. Un estudiante de periodismo puede soñar con una sala de
redacción, pero no tendrá tiempo para leer entre la universidad, la televisión,
el trabajo, la rumbita, la novia preñada, los mandados de la casa y la crisis
mental que producen materias como Teoría de la Comunicación.
Eventualmente llegará a la sala de redacción, pero no escribirá como
quiera, sino como pueda.
Ese hipotético estudiante no tiene la culpa de su presente sin letras ni de
su futuro sin ideas. Es el tiempo, que cada vez se parece más al dinero
porque no le alcanza a nadie.
El problema es que a la ignorancia no le importa que no tengamos tiempo para
aprender. Ella nos ataca y nos acaba sin preguntar causas. Por eso debemos
buscarle la vuelta al asunto de la lectura. Obligarnos. Fijarnos la meta: el año
que viene seré un hombre culto, o al menos lo intentaré.
Hoy en día, sin embargo, leerse un novelón tipo “La guerra y la paz” no le
resulta a casi nadie. Es más, las novelas cortas también son demasiado
largas para la mayoría; y esos cuentos de diez páginas no se acaban
nunca. Es aquí donde surge la micro ficción como alternativa para el transporte
público, las salas de espera, y hasta las colas en todas sus variaciones.
Los cuentos cortos son previos a la escritura. Cuando la tradición
oral era la biblioteca de los hombres, las historias breves que
contaban los ancianos daban alas propias a la imaginación.
La aparición de la escritura supuso algunas intenciones por capturar aquellos
relatos cortos. Casi todos se perdieron con la memoria de los
muertos, pero los pocos que sobrevivieron desde la antigüedad y los
muchos que siguieron generando los escritores salvaron el género breve.
En 1955, los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy
Casares se dieron a la tarea de recopilar los que a su juicio eran
fenomenales. Así apareció el libro «Cuentos
breves y extraordinarios», donde culturas diversas echan sus cuentos con la
condición de ser breves. De esa manera se puede leer mucho en lo
poco.
«Cuentos breves y extraordinarios» es un pequeño Aleph de la cultura
universal. Una vez que haga clic aquí
y lea el libro, se convertirá en uno de sus favoritos porque sencillamente junta
la genialidad y la belleza del planeta.
Otro valor agregado es la cantidad de autores que se pueden conocer a través
sus relatos más cortos, lo que invita a buscar lecturas más ámplias.
Néstor Luis González
El Sueño de Chuang Tzu
Chuag Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.(Herbert Allen Giles, Chuang Tzu, 1889)
Eugenesia
Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd, predicador puritano, que rogó a su marido que les permitiera usar la cama para procrear un ángel o un santo; pero concedida la venia, el parto fue normal.(Drummond, Ben Ionsiana, 1618)
El mayor tormento
Los demonios me contaron que hay un infierno para los sentimentales y pedantes. Allí los abandonan en un interminable palacio, más vacío que lleno, y sin ventanas. Los condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el mayor tormento consiste en no participar en la visión de Dios, que el dolor moral es más vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde nadie los sacará nunca.(El falso Swedenborg)
Un gesto a la muerte
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.(Jean Cocteau)