Desde "Oliver Twist" o "David Copperfield" hasta "Casa desolada", todas sus
obras, en su mayoría ambientadas en Londres, denuncian la corrupción e
hipocresía de las instituciones británicas del siglo XIX, y, mientras
los necesitados merecen su compasión, es evidente su hostilidad hacia los
ricos.
¿Pero qué le inspiró a hacer esa literatura de denuncia?
"No fue una motivación política, ya que aborrecía a los políticos tras su
experiencia como reportero en el Parlamento", asegura a Efe John Bowen, experto
en Dickens de la universidad de York (norte inglés).
Según Bowen, por una parte el escritor, que nació el 7 de febrero de 1812 en
Portsmouth (sur de Inglaterra) en una familia de clase media-baja, reaccionó a
los inmensos cambios que atravesaba Inglaterra en aquel momento, cuando empezó
la industrialización y miles de personas emigraron a la capital, donde vivían en
condiciones paupérrimas.
Por otra parte -añade el catedrático-, "Dickens sufrió en propia carne el
estigma la pobreza" pues, con doce años, estuvo empleado en una fábrica de betún
cuando su padre, un oficinista que trabajó para la Marina británica, fue
encarcelado por deudas.
Dickens fue un activista social tanto en su obra como en su vida, en la que
promovió diversas campañas para mejorar la educación y la sanidad de los pobres
y fundó un centro para mujeres marginadas en colaboración con la millonaria
filántropa Angela Burdett-Coutts.
De religión protestante, liberal y progresista, el escritor,
que tuvo mucho éxito y se enriqueció, "era un reformista radical", pero "no hay
ninguna duda de que no era un revolucionario", señala a Efe Simon Winder,
directivo de la editorial británica Penguin, que acaba de publicar una nueva
biografía del novelista.
"Su idea era que, si las personas hicieran más el bien, la sociedad sería
mejor", una posición que actualmente "ha quedado desfasada", apostilla.
Pese a que no fue un socialista revolucionario, en el sentido de que nunca
abogó por un cambio estructural de la sociedad, Dickens se interesó por
revoluciones como la francesa de 1789, que abordó en su novela "Historia de dos
ciudades".
Su crítica social fue elogiada por el ideólogo del socialismo Karl Marx, que
fue su contemporáneo en Londres y gran admirador de su obra, aunque ambos no
llegaron a conocerse y seguramente Charles Dickens "no tuvo constancia de las
teorías" del filósofo, que por entonces era pobre y desconocido, apunta
Bowen.
Con todo, Dickens, considerado por muchos académicos como el mejor escritor
británico del siglo XIX, influyó en muchos de sus contemporáneos, como los rusos
Tolstói y Dostoievski, y su obra continúa inspirando a escritores actuales como,
según han reconocido, Salman Rushdie o Martin Amis.
Además de su innegable creatividad e inolvidables personajes, lo que le
conecta con sucesivas generaciones de lectores es, a juicio de Bowen, "su
acertado retrato de los efectos del cambio en las sociedades modernas", hecho
"con pasión pero sin amargura".
Aunque Dickens arremetió sin piedad contra las instituciones
británicas, desde la Justicia hasta la educación o el sistema de
prisiones, lo hizo, como observó en un ensayo el escritor George Orwell, "sin
enemistarse con nadie", hasta el punto de que, paradójicamente, "él mismo se
convirtió en una institución nacional".
efe