(dpa) - Recuerda el momento como si fuera ayer. Daniel Hua, entonces estudiante de Derecho en la Universidad de Sydney, sintió que se le aceleraba el pulso cuando una mujer lo miró con un interés que no era habitual.
“Había una chica en el andén y entonces mi tren abandonó la estación. Aquello me hizo pensar:¿si fuera soltero y quisiera dar con ella, cómo lo haría?” La respuesta le llevó siete años y se llama iTiggy.com, una nueva web de contactos que se especializa en ayudar a quienes buscan una segunda oportunidad.
“La gente tiene ese miedo inherente a ser rechazados, a que les den la espalda”, dice Hua, de 28 años. “Mi web se encarga de eliminar el peso de lamentarse, esa sensación de ‘qué habría pasado sí…’, y da a la gente el placer de saber que han hecho todo lo posible para encontrar a esa persona.”
Hua, abogado criminalista, no es el primero en descubrir la oportunidad de negocio de los contactos perdidos. Ya en 2007, una compañía neoyorkina hizo titulares en todo el mundo con la misma idea. Patrick Moberg creó una web llamada nygirlofmydreams.com para intentar encontrar a una mujer con la que cruzó varias miradas en una calle de Manhattan. “Me sentía impulsado hacia ella de una forma incontrolable. Tenía que encontrarla”, contó Moberg tras dar finalmente con la australiana Camille Hayton.
Los emprendedores en el sector de Internet se lanzaron a las posibilidades comerciales de los sitios de contactos perdidos, ofreciendo ayuda a románticos y enamorados a primera vista. Según un boletín de la red de comunidades urbanas online Craiglist, el negocio funciona, lo que ha animado a otros a embarcarse en la búsqueda de posibles amores en webs como bump o wemetonaplane.
Bump, que el año pasado tuvo un exitoso aumento de capital de un millón de dólares, ayuda a que la gente se encuentre publicando los números de la matrícula de sus vehículos. Imagine que está junto a un conductor o conductora que le sonríe agradablemente y puede ser su tipo. Para dar con la persona en cuestión, tendría que conectarse a Internet, señalar el lugar donde se produjo el intercambio de miradas, dar su número de matrícula y esperar a ver si el otro conductor está interesado.
De modo similar funciona wemetonaplane (nos conocimos en un avión). “Se llama Paul y es un electricista irlandés que vive en un barrio periférico al norte de Brisbane”, señalaba un post reciente. “Nos sentamos juntos en el avión de Bangkok a Brisbane la semana pasada. Hablamos y echó un vistazo a las fotos de mis vacaciones. Llegamos a Brisbane y fui demasiado tímida para darle mis datos, y creo que a él pudo haberle pasado lo mismo. Si conoce a este chico o es Paul, por favor, envíeme un mensaje.”
¿Por qué ni Paul ni su compañera de asiento en el avión intercambiaron al menos su dirección de e-mail? Según Hua, uno de los motivos de este comportamiento entre quienes se sienten instantáneamente atraídos es “la popularidad de las redes sociales”. Y es que actualmente, muchas personas se sienten más cómodas detrás de la pantalla a la hora de explorar las posibilidades de una nueva relación.
Hay encuentros casuales con potenciales parejas que pueden ser muy poderosos. Hua recuerda cómo un compañero suyo, abogado, vive anclado en una especie de nostalgia permanente. “Tiene 51 años y es capaz de recordar con total detalle un instante que vivió cuando tenía 20″, explicó Hua. “Eso me obligó a pensar en por qué la gente se aferra a estos recuerdos.”
Las web de contactos perdidos ofrecen un anonimato que podría haber ahorrado a un funcionario de Camberra la humillación pública y una bronca oficial. Escribió por mail a miles de colegas pidiéndoles ayuda para encontrar a una chica que había conocido en una fiesta. Pero ella no lo recordaba y no estaba interesada en conocerlo.
También el año pasado, la consultora de relaciones públicas Julia Cross lanzó una campaña para retomar el contacto con el londinense Martin O’Kane, con quien había vivido un romántico affaire en Ibiza. O’Kane contestó que se sentía “halagado”, pero no le interesaba mantener la relación.