Cuando Julio Cortázar y su pareja Aurora Bernárdez se sentaban a hablar en una reunión todos los demás sobraban. Dice Vargas Llosa que todo lo que decían era inteligente, culto, divertido, vital.
Ese testimonio ofrece una mirada si se quiere explicativa sobre la calidad de cuentos como “Casa tomada” o de obras casi sobrenaturales como Rayuela.
En un artículo titulado La Trompeta de Deyá (El País, 1991), Mario Vargas Llosa describe la transfiguración de Cortázar en algún momento de su vida: “La próxima vez que lo volví a ver, en Londres, era otra persona. Me hizo llevarlo a comprar revistas eróticas y hablaba de marihuana, de mujeres y de revolución como antes de Jazz y de fantasmas“.
Me gusta relacionar a ese Cortázar de Londres con el que escribió “Fantomas contra los vampiros multinacionales”, el libro-cómic estupendo que quiero recomendarles.
Originalmente Fantomas era un villano muy culto y de inteligencia descomunal que sus autores –Pierre Souvestre y Marcel Allain– enmascararon e hicieron protagonizar una historieta oscura.
Años después, a Cortázar le llegó una historieta mexicana en la que él mismo era uno de los personajes, y el misterioso Fantomas estaba convertido en un súper héroe.
Al argentino aparentemente le causó gracia el asunto, porque escribió una historia basada en ese cómic que en el fondo era una denuncia social contra la violación de los Derechos Humanos en Latinoamérica.
La trama es sorprendente: Han comenzado a desaparecer los libros de las principales bibliotecas del planeta. Algunos escritores reciben amenazas para que no vuelvan a escribir. El Cortázar dibujado llama por teléfono a sus colegas para saber qué está pasando. Es el fin de la cultura.
¿Los vampiros multinacionales quieren acabar con la esencia del ser humano? ¿Alguien quiere que los cerebros dejen de pensar? ¿Qué pasaría en un mundo sin libros? ¡Alguien llame a Fantomas!
Néstor Luis González