Una enorme interrogación preside la séptima cumbre del G-20, que comienza hoy en el complejo turístico de Los Cabos, al noroeste de México. ¿Qué va a hacer Europa, qué va a hacer Alemania, para encauzar la crisis del euro? Los líderes del resto de países avanzados y de las potencias emergentes, alarmados por el impacto en sus economías, exigen una respuesta ya, mucho más amplia y contundente que las ensayadas hasta ahora. En un homenaje involuntario a John Fitzgerald Kennedy —al estilo no preguntes qué puede hacer Europa, pregunta qué puedes hacer tú por Europa—, la delegación alemana opone que aún está por cerrar el compromiso de dotar al Fondo Monetario Internacional (FMI) de más recursos para auxiliar a los países sin crédito en los mercados. En suma, para defender al euro.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, se ha marcado como objetivo prioritario para la cumbre de Los Cabos cerrar el acuerdo fraguado en abril. Entonces, un nutrido grupo de países se comprometió a conceder al Fondo hasta 430.000 millones de dólares (340.000 millones de euros), una aportación que elevaría la capacidad de préstamo del FMI hasta casi un billón de dólares. Pero el pacto nació cojo: más de la mitad del dinero proviene de países europeos, la zona que previsiblemente necesitará los recursos. EE UU y Canadá renunciaron a participar y la aportación de las grandes potencias emergentes está por concretar.
“Creo que va a haber un acuerdo más amplio que el que se alcanzó en Washington, y que se cerrará aquí”, vaticinó el presidente de México, Felipe Calderón, antes del inicio de la cumbre. El dirigente mexicano dejó claro cuál es la contrapartida: “Quiero ver propuestas mucho más orientadas a una Europa nueva, más fuerte”. México, como las cuatro grandes potencias emergentes Brasil, Rusia, China o India, aún no han precisado cuál será su aportación al cortafuegos del FMI, un compromiso que Lagarde espera arrancar en la cumbre mexicana. Los líderes de los países emergentes tienen previsto celebrar esta mañana una reunión previa al inicio de la cumbre, donde este asunto será prioritario. La respuesta de los líderes de las potencias emergentes es incierta. “La incertidumbre en los mercados financieros europeos les está empezando a pasar factura”, advirtió el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. China ha bajado los tipos de interés para reactivar la demanda, algo que no hacía desde 2008; India apenas creció un 5% en el primer trimestre, cuando en la última década rondó tasas del 9%; el PIB de Brasil se ha estancado y el Gobierno ruso ha rebajado sus previsiones económicas para 2012.
Apuntalar el cortafuegos global que está armando el FMI podría contribuir a aliviar la presión sobre los países europeos cuestionados, como España e Italia. Más aún cuando, los 100.000 millones comprometidos por la zona euro para respaldar a la banca española, limita la capacidad de respuesta del fondo de rescate europeo, como enfatizó ayer la patronal de los grandes bancos mundiales IIF.
Lo que retrae a las nuevas potencias es el nulo compromiso de la zona euro con nuevas políticas de crecimiento económico y la falta de avance en el reparto del poder en el propio Fondo. “La salida de la crisis pasa por el crecimiento con distribución de renta y creación de empleos, y no por el ajuste y la parálisis”, enfatizó la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff antes de viajar al complejo de Los Cabos.
La apuesta por nuevas medidas de estímulo económico y por amplias reformas para mejorar el funcionamiento de la zona euro es una partitura que toca buena parte de los países del G-20 en la obertura de la cumbre. “Insistiremos en esos mensajes, y esperamos progresos en los próximos dos días, aunque no decisiones en firme”, explicó un asesor de la Administración estadounidense a la cadena ABC.
La delegación europea acude a la cumbre del G-20 más dividida que nunca. El nuevo presidente francés, François Hollande, insistió ayer en que quiere más dinero europeo para incentivar el crecimiento, un estribillo al que también se ha apuntado el primer ministro italiano, Mario Monti. Al otro lado, la canciller alemana, Angela Merkel, insiste en la virtud de los ajustes presupuestarios y se resiste a tomar atajos para una mayor integración fiscal de la zona euro. A medio camino, el presidente español, Mariano Rajoy, tratará de defender que la ayuda europea a la banca española es una buena operación y que su compromiso con el recorte del déficit es absoluto, pero que es urgente una intervención del Banco Central Europeo para frenar la especulación contra la deuda española, algo a lo que Merkel se opone.
Pero antes de que todo esto ocurra, antes del inicio de la cumbre más europea del G-20, los dirigentes de la UE presentes en Los Cabos se reunirán por la mañana —está pendiente de confirmar si se les unirá Barack Obama—, para analizar el resultado de las elecciones griegas. Y, sobre todo, para ver cómo se lo toman los mercados financieros, que la semana pasada situaron la prima de riesgo española en 550 puntos básicos, un nivel que el propio Gobierno de Rajoy considera inasumibles durante mucho tiempo más.