Líbano estaba el sábado en estado de shock por el asesinato en la víspera del jefe de los servicios de inteligencia de la policía libanesa, atribuido por la oposición al régimen sirio y que hace temer que el país vuelva a sumirse en el caos.
El ataque con coche bomba perpetrado en Beirut y que ha reavivado la pesadilla de los atentados que han ensangrentado a la capital hasta un pasado reciente, mató al general sunita Wissam al Hassan, calificado el sábado por la prensa de "punta de lanza contra el régimen sirio".
El general será enterrado el domingo en Beirut junto a la tumba de su mentor, el exprimer ministro Rafic Hariri, anunció el sábado en televisión el general Archraf Rifi, jefe de la policía libanesa.
Los funerales se celebrarán tras la oración musulmana de la tarde, sobre las 16H00 (12H00 GMT), en la mezquita Al Amin, en el centro de Beirut, cerca del mausoleo de Hariri.
El atentado dejó ocho muertos y 86 heridos según una fuente gubernamental pero el sábado por la mañana la Cruz Roja indicaba que este balance podría ser revisado a la baja.
El general de 47 años desempeñó un papel clave en la investigación de numerosos atentados que sacudieron a Líbano estos últimos años y de los cuales se ha responsabilizado a Damasco, entre otros el de Rafic Hariri.
El hijo de Rafic, Saad Hariri, jefe de la oposición hostil a Damasco, acusó sin rodeos al presidente sirio Bashar al Asad, que se enfrenta a la rebelión en un sangriento conflicto en su país, de haber instigado el atentado.
Unas horas tras el asesinato, la oposición pidió la dimisión del gobierno, en el que el Hezbolá chiita, aliado de Bashar al Asad, desempeña un papel destacado.
"La permanencia de este gobierno ofrece protección y cobertura por este complot criminal", estimó.
El sábado, día de duelo, el consejo de ministros tiene prevista una "una reunión urgente" para examinar las medidas a tomar tras el asesinato.
Damasco reaccionó de inmediato al condenar un atentado "cobarde" y "terrorista", y su aliado Hezbolá denunció una tentativa de desestabilización.
¿Lo peor está por venir?
La prensa libanesa era únanime el sábado para decir que el país podía esperarse a lo "peor" después del asesinato, el primero de este tipo desde 2008.
El asesinato "trasladó a Líbano de una orilla a otra, con todos los peligros que acechan la estabilidad y la seguridad", afirma An-Nahar.
"La paz civil en peligro", titulaba por su parte as-Safir, que calificaba al general asesinado de "artífice de la seguridad".
En reacción al asesinato, partidarios de la oposición, algunos de ellos hombres armados, cortaron al tráfico varias carreteras en regiones libanesas de mayoría sunita y en Trípoli (norte) estallaron tiroteos entre los barrios rivales sunitas y alauitas de la ciudad. El jeque Abdel al Asmar, miembro de Al Tawhid, grupúsculo sunita pero cercano al Hezbolá chiita, murió en los tiroteos en el norte del país, informó a la AFP un responsable de los servicios de seguridad.
El último gran golpe del general asesinado fue la detención el pasado 9 de agosto del exministro Michel Samaha, partidario del régimen sirio, acusado de haber introducido explosivos con vistas a llevar a cabo atentados en Líbano, respondiendo a las órdenes de Alí Mamluk, jefe de los servicios secretos sirios.
El atentado de Beirut, que dejó enormes destrucciones, reavivó la memoria de los años negros de la guerra civil (1975-1990) y los recientes atentados.
El ataque fue condenado por la comunidad internacional, incluido por Estados Unidos, el Vaticano, Francia, Canadá y México.
AFP