El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) recibe cada mes más de cuarenta millones de consultas y, aunque quizá cause sorpresa a más de uno, las palabras más buscadas por los hispanohablantes en los últimos tiempos han sido el genérico "cultura" y "majunche", un término coloquial venezolano.
Este coloquialismo venezolano, que equivale al "boludo" y "pelotudo" de Argentina y Uruguay, lo puso de moda el presidente venezolano Hugo Chávez en la campaña de las elecciones presidenciales de 2012, cuando se negaba a llamar al líder de la oposición, Henrique Caprile, por su nombre y se refería a él como "El majunche".
De la pugna entre "cultura" y "majunche" daba cuenta el secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva, en un encuentro con periodistas en el que también participaron los académicos Carmen Iglesias y José Manuel Sánchez Ron.
Estos tres académicos e Ignacio Bosque, gran experto en Gramática, pronunciarán esta tarde sendas conferencia en la sede de la Fundación BBVA, en las que analizarán la evolución de la Real Academia Española a lo largo de sus tres siglos de historia.
Que "cultura" sea la palabra más consultada en la edición digital del Diccionario es un motivo de "satisfacción", según Villanueva, porque denota el interés de los hablantes por saber qué significa este término, aunque también puede deberse a que "no tienen muy claro qué significa "cultura" hoy en día, cosa que nos ocurre a muchos", reconocía el secretario.
Pero que "cultura" quedara desbancada, hace algo más de un año, por "majunche" dejó "patidifusos" a los académicos, que en principio lo atribuyeron a "un error informático", pero no era así. Los hispanohablantes escuchaban a Chávez decir esa palabra y acudían como locos al Diccionario para ver "qué le estaba llamando el presidente a Caprile", comentó Villanueva.
Después "del estupor inicial" vino "la satisfacción" de comprobar que ese adjetivo coloquial estaba en el Diccionario, definido como "de calidad inferior, deslucido, mediocre".
"Es un insulto, y, si pretendiéramos que el Diccionario fuera políticamente correcto, habría que sacarlo", decía el secretario antes de dejar claro que esta gran obra de referencia recoge los diferentes usos del español, aunque a veces sean ofensivos o insultantes.
"No tendría sentido un diccionario lleno solo de palabras bonitas. Sería absurdo pensar que el idioma solo sirve para renombrar, festejar o celebrar. El idioma sirve también para mostrarse como un canalla, para insultar, para agredir", añadió Villanueva.
Cuando se creó la Academia, hace ahora tres siglos, los fundadores sí ejercieron censura sobre los términos "indecorosos y obscenos", ausentes del Diccionario de Autoridades, el primero que publicó la RAE en el siglo XVIII.
Aquella norma se cambió hace tiempo, porque "¿quién entendería hoy que el Diccionario académico no incluyera los términos necesarios para referirse al sexo o a la escatología? No tendría ningún sentido. Sería de una pacatería y gazmoñería insoportables", aseguró el secretario.
Como señaló Sánchez Ron, hay otros muchos términos que sientan mal a determinados colectivos, como "judiada", o expresiones como "hacer el indio", "mal francés" o "trabajar como un chino", pero que deben estar en el Diccionario, porque son voces y acepciones muy utilizadas.
"No se puede reconstruir la historia", aseguraba Sánchez Ron. Pero sí se debe, continuaba este académico, revisar constantemente el Diccionario para suprimir los fallos que contenga, incluir palabras nuevas o actualizar las que se hayan quedado obsoletas, como la de "linaje humano", definida como "conjunto de todos los descendientes de Adán".
Esta acepción ya no figurará en la nueva edición del Diccionario, que se publicará en octubre de 2014 y que, por primera vez, será "un diccionario digital, que tendrá versiones en papel".
Esa edición, la XXIII, contendrá unos 93.000 términos frente a los 88.000 de la actual. Habrá muchas voces nuevas (un buen número de ellas se pueden consultar ya en las enmiendas incluidas en la edición digital), pero no estarán todas las que utilizan los hablantes actualmente, sin que eso signifique que la Academia "condene esas palabras a las tinieblas", precisó Villanueva.
EFE