Lo Último

.

.

martes, 4 de febrero de 2014

INTERNACIONALES

El Salvador descubre el color gris

Veintidós años después de cerrar la guerra civil entre una guerrilla marxista y una oligarquía de ultraderecha, El Salvador, que desde entonces –ya con una democracia estabilizada– no ha podido dejar atrás la polarización política entre izquierda y derecha, la cultura derojos contra ricos, del blanco y el negro, ha descubierto en la primera vuelta de estas elecciones el color gris.
En primer lugar, los resultados confirman la fuerza de la izquierda exguerrillera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que ganó por primera vez en 2009 y ahora trata de retener el poder. Este domingo ha logrado un 48,9% de los votos. Se ha quedado a poco menos de un punto de lograr la mayoría suficiente para ganar en primera vuelta, así que habrá una segunda el 9 de marzo. Su competidor será el derechista Arena, que se tuvo que bajar del trono en 2009 después de encadenar tres victorias presidenciales desde que terminó la guerra, y que en esta primera vuelta ha conseguido un 38,9% de los votos.
Por lo tanto, el poder se decidirá en una segunda vuelta en competencia exclusiva entre los dos polos tradicionales. Pero la primera ha dejado un matiz que apunta a una incipiente diversificación de la estructura política salvadoreña: por primera vez ha habido una tercera fuerza que ha logrado un porcentaje significativo, un 11,4%. Se trata de Unidad, una alianza de partidos que busca atraer un voto moderado tanto del lado de la izquierda que fue socialista como del de la derecha que sigue advirtiendo de que el fantasma del comunismo ronda El Salvador. En la prensa conservadora, unas páginas después de los resultados de la liga de fútbol, aún se pueden hallar referencias coyunturales a elementos tan insospechados como Stalin o Mao Zedong.

Este lunes, el diario digital El Faro, un medio joven y crítico con los extremos políticos tradicionales, recordaba que Saca no fue un presidente transparente en el manejo de los recursos públicos y reproducía esta frase suya: “La mejor ley de acceso a la información es la que no existe”. El jefe de Unidad, además, aplicó durante su gobierno lo que se conoció como una política de súper mano dura contra las pandillas criminales, y cuando terminó su mandato la violencia vinculada a las bandas se había disparado hasta situar a El Salvador entre los países más homicidas del mundo. El Gobierno del FMLN heredó esa situación, que se prolongó en sus primeros tres años de mandato y cambió a partir de la tregua pactada en 2012 desde prisiones de máxima seguridad entre los líderes de las pandillas a cambio de beneficios penitenciarios. Desde entonces, se ha pasado de una media de 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes a una de 39 por cada 100.000 en 2013.Unidad se ha quedado fuera de estas elecciones pero se ha hecho un sitio en primera línea de la política nacional. El domingo por la noche, en cuanto se supo que habría segunda vuelta, el líder del FMLN, el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén, dijo que el candidato del nuevo partido, Elías Antonio Saca, lo había llamado para ofrecerle su apoyo. Saca no es un recién llegado. Fue presidente con Arena entre 2004 y 2009 pero después se independizó para hacer política por su lado. El soplo de aire fresco que significa la irrupción de Unidad también tiene su lado relativo, dado que la trayectoria de su número uno carga con oxígeno viejo del pasado.

El futuro de la tregua es actualmente la mayor incógnita en El Salvador. El candidato de Arena, Norman Quijano, ha propuesto durante la campaña recuperar la represión como modelo de combate a las bandas, aportando incluso la ocurrencia de internar en “granjas militares” a aquellos jóvenes entre 18 y 30 años que no estudien ni trabajen. El FMLN daría continuidad a la tregua. En cualquier caso, gane quien gane, se corte o se dé continuidad al pacto de las pandillas, no se sabe a ciencia cierta cómo evolucionará el problema de la violencia, cuyas raíces se hunden en problemas históricos de marginación socioeconómica que El Salvador no está cerca de solucionar.

EL PAIS