En 2010, Julio Scherer, decano del periodismo de investigación mexicano, recibió a sus 83 años una invitación secreta de Ismael Zambada para tener una entrevista en persona. Durante el encuentro–"en una construcción rústica", escribió Scherer– el reportero le preguntó al traficante de drogas cómo se había iniciado en el negocio.
–Nomás –respondió Zambada.
–¿Nomás? –le insistió Scherer.
–Nomás –repitió el otro.
Tras la caída de El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada es supuestamente el capo con más poder del cártel de Sinaloa. Empezó en el narcotráfico a los 16 años. Hoy tiene 66 y pese a haber formado parte de la cúpula del narcotráfico mexicano desde los ochenta él nunca ha estado en prisión. ¿Cómo lo ha conseguido? Si fuese posible preguntarle, tal vez volviese a decirlo.
Nomás.
Sus socios han ido cayendo. Los de Tijuana, los Arellano Félix, muertos o en prisión, el de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, fallecido durante una cirugía estética. Ahora el de Sinaloa, El Chapo, su compadre, el de la tierra de los dos.
La semana pasada, la noticia era que andaban buscando al Mayo. En los periódicos, fotos de soldados en Culiacán (capital de Sinaloa) levantando tapas de alcantarilla. Se rumoreaba que Zambada podía estar escondido en un túnel bajo tierra. Finalmente, quien cayó, a doscientos kilómetros de allí, en Mazatlán, fue Guzmán.
Él sigue libre.
En la entrevista de hace cuatro años, el narcotráficante invitó a desayunar al reportero. Zumo de naranja, vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos. "Sobrepasa el 1.80 de altura y posee un cuerpo como una fortaleza", escribió Scherer.
Zambada le dijo por entonces que tenía una esposa, cinco mujeres, 15 nietos y un bisnieto. "Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra". Dice la leyenda que a veces El Chapo aparecía en un restaurante, lo cerraba con todos los clientes que hubiese dentro, comía y se marchaba. De Zambada se dice que es más disciplinado, que se esconde en la sierra y apenas baja a la ciudad.
En los montes de Sinaloa, igual que al Chapo, al Mayo Zambada se le idolatra, según dice Javier Valdez, periodista del semanario local Río Doce. Él cuenta que, al menos hasta hace unos años, se daba el caso de que las familias campesinas guardasen la virginidad de sus hijas por si Ismael Zambada decidía escoger a una de ellas.
También se dice que no le gusta la violencia gratuita, que si muere alguien o si se hace un secuestro, que sea porque él lo ordenó.
El Gobierno de Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares por información que pueda llevar al Mayo Zambada. La DEA lo presenta en su web como un traficante de droga al por mayor con influencia en los 3.200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos.
El Departamento de Estado indica que sus cotos de poder principales en México son los estados de Sinaloa y Nayarit, ambos en el noroeste, y que también tiene presencia en Monterrey (noreste) y en Cancún (sureste). Sus mayores mercados al otro lado de la frontera, según Estados Unidos, son Arizona, California, Chicago y Nueva York.
La carrera criminal de Zambada despuntó antes que la de Guzmán, diez años menor. Su nombre ya aparece en los expedientes de inteligencia de mediados de los ochenta, cuando estaba bajo el ala del capo número uno de aquellos tiempos, Miguel Ángel Félix Gallardo.
Entre finales de esa década y principios de los noventa fue socio del cártel de Tijuana y del cártel de Juárez. En aquel tiempo estableció acuerdos para el tráfico de cocaína con el segundo de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, un colombiano al que le gustaban tanto las cosas de México que le pusieron un alias ad hoc: El Mexicano.
A mediados de los noventa se consolidó organizativamente lo que hoy se conoce como cártel de Sinaloa, articulado como una federación de carteles con tres familias principales asociadas: la de Guzmán, la de Zambada y la de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, otro decano del narcotráfico, un capo con reputación de muñidor de pactos de paz y que en el panorama post-Guzmán también aparece como una de las figuras a tener en cuenta.
Hasta ahora, Guzmán fue la cabeza más visible del cartel, aunque según los expertos eso no implica que Zambada y Esparragoza fuesen exactamente sus subordinados. Quedan ellos dos, y el cerco militar al cártel de Sinaloa continúa tras el arresto del Chapo. Ismael Zambada, el hombre al que buscaban hace unos días debajo de la alcantarillas, parece ser el próximo objetivo.
En aquella entrevista, Julio Scherer le preguntó si temía que un día lo detuviesen.
–Tengo pánico de que me encierren –respondió.
–¿Lo atraparán?
–En cualquier momento –dijo el Mayo–, o nunca.
EL PAIS