Los atentados terroristas en París han renovado los llamamientos por parte de Washington para que Silicon Valley abra sus sistemas, pero la meca tecnológica no da marcha atrás en su defensa del cifrado de datos.
"Si creas un producto que permite a monstruos diabólicos comunicarse para decapitar a niños, atacar a inocentes, ya sea en un estadio durante un partido, un pequeño restaurante en París o derribando un avión, eso es un gran problema", afirmó esta semana Dianne Feinstein, presidenta del Comité de Inteligencia del Senado.
La senadora demócrata criticó que "ni siquiera con una orden de un tribunal uno pueda saber lo que están diciendo" los terroristas.
John Brennan, el director de la CIA, lamentó también esta semana, durante un foro de seguridad, las "enormes dificultades" de los servicios de inteligencia, tanto desde el punto de vista técnico como legal, para obtener información sobre terroristas.
"Creo que es momento, particularmente en Europa, pero también aquí en EEUU, de ver si se han creado, sin querer, brechas en la capacidad de nuestros servicios de inteligencia y de seguridad de proteger a la gente a la que tienen que servir", afirmó Brennan.
Las empresas de Silicon Valley no han dado muestras de estar dispuestas a dar marcha atrás en sus políticas de cifrado de datos, de las que Apple es la máxima defensora y que se reforzaron después de que saliese a la luz, hace dos años, el espionaje masivo a ciudadanos por parte del Gobierno de EEUU.
Aunque las empresas individuales no han hecho declaraciones tras los atentados en París, el Consejo de la Industria Tecnológica, que agrupa a grandes firmas como Apple, Google y Microsoft, afirmó en un comunicado el jueves que "reducir la seguridad (de la tecnología) con el fin de mejorar la seguridad (ciudadana) simplemente no tiene sentido".
Los atentados en París, en los que murieron 130 personas, llegan tras un duro pulso de un año y medio entre Silicon Valley y Washington, que arrancó después de que Google y Apple lanzasen teléfonos inteligentes equipados con software a cuyos datos las empresas dicen no poder acceder incluso si afrontan una orden judicial.
Apple ha dejado claro que no está dispuesta a tener una puerta trasera para permitir el acceso al Gobierno porque el hacerlo crearía debilidades en los sistemas que podrían aprovechar los propios criminales a los que esa medida trataría de aplacar.
"No conozco una forma de proteger a la gente sin cifrado de datos. No puedes tener una puerta trasera solo para los tipos buenos", afirmó el consejero delegado de Apple, Tim Cook, durante una conferencia tecnológica organizada por el diario "The Wall Street Journal" el mes pasado.
Microsoft tampoco ha querido hacer comentarios tras los ataques en Francia, pero Neal Suggs, vicepresidente y asesor legal adjunto de esa empresa, aseguró en una reunión con periodistas la semana pasada en Redmond (EEUU), donde la compañía tiene su sede, que debe haber un equilibrio entre la privacidad, la libertad de expresión y la seguridad pública.
"Estas son preocupaciones en torno a las políticas públicas que es necesario debatir y sobre las que hay que alcanzar una decisión racional", afirmó Suggs durante el encuentro, que tuvo lugar un día antes de los atentados en París.
Suggs dijo creer, por lo demás, que sería un error "demonizar" a Edward Snowden, el excontratista de la CIA que sacó a la luz la campaña de espionaje del Gobierno estadounidense y a quien Washington culpa de haber dificultado la lucha antiterrorista de los servicios de inteligencia.
Una de las firmas que sí ha cambiado sus políticas a raíz de los atentados es la aplicación de mensajería Telegram, con sede en Berlín, una de las herramientas que supuestamente habrían utilizado los terroristas de París para comunicarse entre sí.
La empresa anunció esta semana el cierre de 78 de sus canales en doce idiomas. Uno de esos canales públicos fue el método elegido por los terroristas para reivindicar el reciente ataque contra un avión ruso en la península del Sinaí que se cobró 224 víctimas. EFE