La industria petrolera afronta una nueva realidad en la que cada dólar, cada libra o cada euro cuenta. Lejos queda ya la bonanza de hace 18 meses, cuando el barril de crudo se negociaba a más de 100 dólares a ambas orillas del Atlántico —un precio que ahora se ve imposible a medio plazo— y rara era la semana en la que no se anunciaba una operación corporativa o una nueva prospección millonaria. Hoy toca ajustarse el cinturón: si la recta final de 2015 fue compleja, los ejecutivos de la industria dan por hecho que este año tampoco habrá margen y eso les obliga a aprender a vivir por debajo de los 50 dólares.
El desplome del crudo y del gas natural ha asestado un serio revés a todos los grandes del sector petrolero, sin excepciones. “El exceso de crudo”, explicaba recientemente John Watson, consejero delegado de Chevron, “hace que los precios caigan y nuestros resultados financieros sufran”. En el caso de su compañía, la segunda energética de EE UU por ventas (122.570 millones de dólares o unos 110.000 millones de euros), tomó cuerpo en forma de primeras pérdidas trimestrales desde 2002. Aquel año, el petróleo cotizaba a solo 25 dólares por barril.
En el tramo final de 2015, Chevron vio cómo se evaporaban 4.000 millones de dólares (3.600 millones de euros) de sus cuentas en solo un año: de ganar casi 3.500 millones de dólares pasó a perder 590. Este batacazo arrastró a las ganancias anuales, que se quedaron en la cuarta parte: 4.590 millones. Le salvó, como a ExxonMobil —su mayor competidor y primera petrolera mundial por capitalización bursátil—, las actividades de refino: ante la caída de precio del crudo, la demanda de carburantes ha crecido pese al aumento de la eficiencia (las millas recorridas por los automovilistas estadounidenses subieron un 4% en el último año) y compensa parcialmente las fuertes pérdidas cosechadas por las unidades de extracción.
Las cuentas de resultados de las petroleras también han perdido lustre en la otra orilla del Pacífico, donde PetroChina —la tercera empresa más grande del mundo por ventas— acaba de anunciar un recorte de entre un 60% y un 70% en sus beneficios por una única razón: el desplome del petróleo y del gas. En Europa, aunque las razones de los descensos son más variadas, los batacazos en los beneficios también han sido tan considerables como generalizados: la británica BP obtuvo en 2015 su peor resultado en dos décadas, lastrada también por las cargas relacionadas con el desastre ecológico del Golfo de México; la anglo-holandesa Shell vio su beneficio desplomarse casi un 90% y la española Repsol perdió 1.200 millones por las previsiones derivadas del drástico abaratamiento del crudo. El gigante francés Total presentará sus cuentas el próximo jueves y pocos esperan buenas noticias.En el último año, el gigante ExxonMobil ha caído un 15% en Bolsa y ha reducido a la mitad su beneficio. El golpe, de nuevo, ha sido especialmente considerable en el cuarto trimestre, cuando el barril bajó de la barrera psicológica de los 40 dólares y provocó pérdidas de 1.100 millones en su negocio de producción en EE UU. El mazazo fue aún mayor para ConocoPhillips, la tercera petrolera en discordia en el mercado estadounidense, que perdió 4.430 millones de dólares en el último ejercicio frente al beneficio de 6.870 millones de 2014.
Ante un escenario cada vez más oscuro, la receta de la industria petrolera ha sido meter la tijera a los gastos de capital, poner en cuarentena el dividendo e intentar mejorar la eficiencia en la exploración y la producción. “Pasará tiempo hasta que el mercado se estabilice; debe haber un reequilibrio de gastos operativos en las petroleras”, apunta Dan Yergin, de la consultora especializada IHS.
Escepticismo
Pero ni aun así han logrado escapar del radar de las agencias de calificación, cada vez “más hostiles” con las empresas energéticas, en palabras del analista de Barclays Paul Cheng. Standard & Poor’s ha tachado de “insuficientes” estas medidas y ha rebajado la nota de solvencia de una decena de compañías estadounidenses, entre ellas Chevron. Exxon Mobil evitó el recorte, pero recibió un severo toque de atención al ser puesta bajo vigilancia con “implicaciones negativas”. En la práctica, esto significa que se arriesga a perder la triple A.
Moody’s, por su parte, ha colocado bajo revisión el equivalente a 540.000 millones de deuda de petroleras globales, tras recortar a 33 dólares el precio medio del barril en 2016. “La presión es enorme incluso en un escenario de recuperación modesta de precios”, advierte la agencia. Los grandes europeos, Repsol incluida, tampoco se escapan de la criba. Y esto, coinciden todos los analistas, es solo el principio.EL PAIS