Bruselas amanece con escuelas abiertas y transporte restringido
Amaneció gris Bruselas este miércoles. Con un cielo plomizo, a punto de derrumbarse. Con el pavimento mojado poniendo fin a unos días en que parecía llegar una falsa primavera. Una ilusión que coincidió con la captura del hombre más buscado de Europa, Salah Abdeslam, cuatro meses después, también con la "neutralización", como lo llamó la fiscalía belga, de uno de sus cómplices en el barrio de Forest desde la mirilla de un francotirador de élite. Unos días en los que los agentes franceses daban la patada en la puerta junto a sus colegas belgas para dar con la guarida del yihadista como así lograron finalmente.
Pero todo ese éxito, toda esa sensación de que las criticadas fuerzas de seguridad belgas estaban por fin controlando la situación, se vino abajo este martes con la acción de los suicidas en el aeropuerto de Zaventem y las explosiones en el metro de Maelbeek, junto a las instituciones europeas, que costaron la vida a al menos 30 personas. Y el golpe fue duro.
Bruselas despertaba con su paisaje de bicicletas rumbo al trabajo, obras en marcha y funcionarios entrando en las instituciones europeas. Las calles aparecían más vacías de lo normal y en las conversaciones seguía latente el recuerdo de los sucesos de este martes. "Anoche había mucho ruido de policía", contaba una española por móvil con los auriculares puestos en el portal de su edificio. Banderas belgas, europeas y de delegaciones diplomáticas ondeaban a media asta, la zona del atentado del metro permanecía cortada por un amplio cordón policial permitiendo a bicicletas y peatones pasar por un tramo de carretera frente a la Comisión Europea por el que cada día suelen pasar miles de vehículos.
Las escuelas han abierto pero con medidas especiales de seguridad. Los centros obligaron a los padres a que los menores llegaran antes de la hora habitual y una vez dentro quedaran encerrados hasta el final de la jornada lectiva.
Cerca del centro turístico de la ciudad, la Grand Place, los comercios de la zona veían con preocupación la llegada de menos clientes por el cierre parcial de infraestructuras como el metro, que solo ha abierto algunas líneas, con la parada de Maelbeek en la que se produjo uno de los atentados, totalmente cerrada igual que el aeropuerto, que seguirá sin recibir tráfico aéreo este miércoles. "Vivimos de los turistas y del teatro. Los teatros suspendieron ayer sus representaciones y hay menos turistas", lamentaba Karina Brigsen, de 52 años, encargada del restaurante Caulier desde hace dos años, entre las mesas vacías de su local. Otros, como el indio Mohamed Ahmen optaban por rebajar los precios un 20% para venderlos antes ante la menor afluencia de turistas y viandantes.
Entre los que sí salieron a la calle, dos turistas españoles que venían a pasar unos días por Semana Santa, ambos estudiantes en Salamanca, el segoviano Alejandro Del Bosque, que cursa Física, y la pacense Aroa Algaba, que hace un máster de Literatura. Este miércoles buscaban en un plano la zona de los museos en el centro de la capital belga.
“Hemos pasado nerviosismo y miedo. Estábamos en el hotel desayunando y unas españolas nos dijeron que había habido una bomba. Estábamos a punto de coger el metro. Volvimos a la habitación, avisamos a la familia, vimos las noticias y llamamos al consulado, que nos dijo que nos quedáramos en el hotel, que era mejor no moverse", cuenta Alejandro. Han suspendido los viajes que pensaban hacer a las ciudades turísticas de Brujas y Gante y aún no saben si mañana podrán tomar su vuelo de regreso a España. Ambos se sienten afortunados: "Hemos tenido suerte, fue por un momento que no estuvimos en el metro”, afirma Aroa aliviada.
Desde las autoridades belgas, el mensaje tras los ataques era de sutil contundencia. "Reaccionaremos con determinación y con calma", afirmo el rey Felipe de Bélgica a sus ciudadanos. El país ha decretado tres días de duelo tras lo que algunos califican como el suceso más grave para Bélgica desde la Segunda Guerra Mundial.
Homenaje a las víctimas
Anoche, una vigilia en la plaza de la Bolsa de Bruselas congregó a cientos de personas que encendieron centenares de velas y escribieron con tiza mensajes en el suelo. "Brussels is not alone", era la frase que resumía el sentir de las miles de palabras escritas sobre el suelo en todos los idiomas. Paz y amor, no más violencia, decía otro texto en español.
Una pancarta con el lema Yo soy Bruselas y otra con el mensaje Unidos contra el odio colocada sobre el palacio de la Bolsa, destacaban sobre el resto. Los concentrados pidieron el fin de la violencia en medio del silencio y el dolor. Entre ellos, un grupo de tres enfermeros extremeños llegados desde Inglaterra, donde trabajan, para visitar el país se acercaron a demostrar su apoyo a la ciudad tras todo el día encerrados en el hotel por miedo a lo que pudiera pasar. "La embajada nos ha tranquilizado", comentaba Carmen.
El acto se prolongó más allá de la medianoche y los gestos de duelo eran aún visibles en la mañana de este miércoles, cuando se reanudó la concentración en la plaza de la Bolsa. El dolor ha dado paso también al enfado. Youssef, taxista libanés que cubre el turno de noche y vive junto a Molenbeek, se mostraba indignado. "Llevo todo el día enfadado con esto. Yo soy musulmán. ¿Cómo pueden hacer esto en nombre del islam?", se quejaba.
La prensa belga coincidía en sus portadas en un mensaje común: el de la unidad frente al terrorismo. Un sentimiento al que tanto anoche como esta mañana los bruselenses ponen rostro y contenido en la plaza de la Bolsa.EP