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jueves, 10 de febrero de 2011

INTERNACIONALES

La Santa Muerte sale de la penumbra en México para lucirse en las calles

La vida de Aurora, un ama de casa, dio un vuelco hace siete años cuando su hijo fue liberado de un secuestro por un favor, dice ella, de la Santa Muerte, un culto practicado por cada vez más mexicanos y cuyos coloridos altares se pueden ver en muchas calles de la capital. Una vitrina de cristal, que protege a un esqueleto vestido de amarillo de unos dos metros de alto, fue construida frente a la casa de Aurora, en el populoso distrito de Iztapalapa, al oriente de la capital, convirtiéndose en uno de los altares más visitados del país.
"Cuando le estaba pidiendo por mi hijo, vi como que se le desprendió la carita y fue bajando quedito hacia mi, en el momento que 'entró' en mi me dijo: 'te escuché'. Al día siguiente mi muchacho fue liberado", narró Aurora a la AFP.
Al principio, vecinos furiosos trataron de quemar el lujoso altar, que contrasta con la casa de ladrillos a medio terminar, pero a siete años de construido luce rodeado de flores, frutas, dulces y todo tipo de obsequios de cientos de fieles que cada mes se reúnen en esa calle para oír misa.
Unos 10.000 altares de "la niña blanca" o "la flaquita", como muchos le llaman, se han levantado en los últimos años en la vía pública en México, dijo a la AFP José Gil Olmos, autor de "La Santa Muerte, la virgen de los olvidados".
Entre los mexicanos, el culto a los muertos es tan antiguo como su propia raza y la adoración de muchos a la "Santa Muerte es un sincretismo, un mestizaje de dos culturas sumamente religiosas, la española católica y la de los pueblos indígenas, que se fundieron en la muerte", explica Gil.
Aunque en México una de las celebraciones religiosas más importantes del año es el 2 de noviembre, dedicado a recordar a los fallecidos, los altares y el culto a la Santa Muerte siempre estuvieron escondidos en los rincones de las casas.
En 2001 una mujer del bravo barrio de Tepito, en el corazón de la capital, "tuvo la valentía de presentarla en la vía pública", al abrir el altar más famoso de México, dijo de su lado Martín George, sacerdote de este culto.
El culto ha sido relacionado con delincuentes y narcotraficantes, sobre todo después de que en 1989 en un rancho en Tamaulipas (noreste) descubrieron 12 cadáveres de personas sacrificadas como parte de ritos narcosatánicos.
Esta percepción creció el 4 de enero pasado cuando fue arrestado David Romo, quien se hacía llamar arzobispo de ese culto, acusado de secuestro y extorsión.
Romo era la cabeza más visible de la Santa Muerte por haber obtenido en 2003 el registro oficial como asociación religiosa con el nombre de la 'Iglesia Tradicional México-USA', pero presiones de la jerarquía católica llevaron a las autoridades mexicanas a cancelar el registro.
En 2006 Romo volvió a solicitarlo, esta vez bajo el nombre "Ángel de la Muerte", pero hasta ahora le ha sido negado, según informó el ministerio del interior.
"El culto a la Santa Muerte no es el señor Romo", exclama con fuerza George al principio de cada misa en las que invocan también a 'Dios padre' y a la 'santa virgen de Guadalupe'.
Entre sus seguidores hay personalidades como Genero García Luna, ministro de Seguridad Pública, quien recurre a ella para pedirle protección de los narcotraficantes, documenta Gil Olmos en su libro.
Neftalí de Jesús Islas, un hombre de 30 años, se tatuó la espalda con una imagen de la muerte abrazando a un bebé en agradecimiento por haber salvado a su hijo; Jorge, de 31 años, se hizo devoto cuando creyó que iba a morir en el desierto tratando de cruzar la frontera hacia Estados Unidos y Claudia le reza porque curó a su bebé de una neumonía.
Cientos de ellos se reúnen cada mes con una figura en los brazos de la Santa Muerte, a la que visten de verde para obtener dinero y protección legal, de rojo si quieren amor, azul para la salud y negro para el poder.
"Hay algo más allá de la vida, es mejor llevarla bien con alguien que finalmente te va llevar", concluye Nohemí, dueña de una tienda de yerbas curativas.

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