El fisco tras prostitutas
Desde el punto de vista de Nina, eso es bueno, pues así quienes hasta ahora han evadido sus responsabilidades no podrán seguir quitándole trabajo a quienes han seguido las reglas del juego
El gobierno holandés está buscando nuevas formas de reducir el déficit presupuestario del país. Cobrarle impuestos a las prostitutas le abre una puerta a una industria millonaria.
Tradicionalmente las autoridades han sido más indulgentes con las trabajadoras sexuales que con el resto de la población, pues las ven como víctimas de proxenetas o traficantes de humanos.
Pero la industria genera unos US$800 millones al año y, con miles de contribuyentes potenciales al alcance, el fisco planea cobrarles con ahínco el gravamen de 33% promedio que hasta ahora muchas han logrado evadir.
La que se conoce como la profesión más antigua de la historia floreció en Ámsterdam desde los 1600s, cuando Holanda era un poder marítimo global y su capital, un puerto importante de la Dutch East India Company.
En el año 2000, la prostitución fue legalizada en Ámsterdam y desde entonces las trabajadoras sexuales son clasificadas como mujeres de negocios independientes.
Su centro de actividad es la Zona Roja de la capital holandesa, un barrio en el que la venta de sexo es todavía la principal fuente de ingresos, pero que también se ha convertido en un destino turístico tremendamente popular.
Por sus calles andan no sólo grupos de bulliciosos hombres sino también familias que se pasean mirando maravilladas los maniquís de carne y hueso que se exhiben en las ventanas.
Ellas
Las mujeres llegan de todas partes del mundo, y no todas ellas por voluntad propia.
Hoy en día, alrededor del 75% de quienes trabajan en la industria sexual amsterdamesa provienen de Europa Oriental, África o Asia. Muchas de ellas se quedan un par de meses y se van, sin que nadie -aparte de sus clientes- se entere de que estuvieron ahí.
Mariska solía tener su propia ventana en la Zona Roja y dice que las prostitutas extranjeras llegan a hacer todo el dinero que sea posible y luego se van.
Para ella, si les van a cobrar los mismos impuestos que a todo el mundo, las tienen que tratar igual también.
"Es difícil ser una trabajadora sexual. No tanto el empleo en sí, sino la forma en la que la sociedad te trata. Así que es como incongruente el tener que pagarle impuestos a una sociedad que no te acepta".
Las reglasNina es una chica de Europa Oriental, menuda, con un largo cabello oscuro y unas impresionantes pestañas postizas. Trabaja independientemente y está orgullosa de lo que ha logrado hacer. Antes de empezar a vender sexo, se aseguró de que su ventana estuviera registrada.
"Las reglas son tan estrictas que si uno quiere trabajar tranquilo es mejor pagar. Cuando uno llega a trabajar aquí le dicen: 'éstas son nuestras leyes'. Yo las vi y las acepté. Es lo mismo que si fuera empleada en un bar o una tienda".
Como parte de las nuevas tácticas del fisco, hay agentes paseándose por la Zona Roja, asegurándose de que las chicas sepan que deben pagar impuestos y de que llenaron todos los formularios necesarios.
Pero incluso Nina, quien tiene todo en orden, se queja: "no es muy agradable. Te tratan como si fueras nada. Pero es cierto que muchas chicas no pagan impuestos porque dependen de proxenetas y que nadie realmente quiere pagar, pero si uno quiere vivir en Holanda, tiene que cumplir".
Para que el plan tenga éxito, la comunicación es crucial, pero muchas no hablan bien el idioma y pocas parecen estar enteradas de las exigencias del fisco, así que las visitas de los inspectores serán muy importantes a la hora de lograr que el gobierno holandés reciba su porción de este lucrativo comercio.
Desde el punto de vista de Nina, eso es bueno, pues así quienes hasta ahora han evadido sus responsabilidades no podrán seguir quitándole trabajo a quienes han seguido las reglas del juego
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