EL PAIS-"La Camorra manda en el negocio de la basura y este gran espectáculo es su forma de saludar al nuevo alcalde", ironiza Pietro Nertosino, un barman napolitano que pasea con la camisa abierta hasta el ombligo y las gafas de espejo por la calle Verdi, a 100 metros del Teatro San Carlo. En el templo de la ópera recién restaurado anuncian Pagliacci, metáfora de una clase política que en 15 años no ha sido capaz de habilitar un sistema normal de recogida de basura, y no lejos de las arcadas que dan acceso al foyer hay una montaña de desperdicios que desprende un olor asqueroso. Nápoles está de nuevo asfixiándose bajo un mar de munnezza. Hay unas 2.000 toneladas de inmundicia en las calles, esta noche ha habido incendios por toda la ciudad, y el centro histórico lleva tres días sufriendo la guerrilla organizada por los jóvenes cachorros que el Sistema reparte por el territorio en motos que nadie es capaz de frenar.
Todo parece a punto para la enésima emergencia sanitaria en 15 años. El calor aprieta, un líquido blanco supura de las bolsas, las miasmas de los incendios afectan a los pulmones y según ha dicho el alcalde, Luigi de Magistris, si el ciclo no se normaliza hay riesgo de tifus y cólera. Quizá ha exagerado, porque hoy el centro no huele mal del todo, y los ciudadanos de Nápoles ni siquiera llevan mascarillas; acostumbrados a vivir en medio de la porquería se limitan a taparse la nariz con la mano cuando sortean los residuos.
De Magitris es un ex fiscal de Italia de los Valores que sedujo al 65% de los electores en las recientes municipales con su mensaje de vuelta a la legalidad y el orden. Prometió en la campaña que en solo cinco días el centro y la periferia estarían limpios de basura. Pero diez días después de tomar posesión la situación es peor que antes. Hoy ha viajado con sus principales asesores a Roma para pedir ayuda a la ministra de Medio Ambiente, Stefania Pretigiacomo, pero ayer De Magistris culpó a Silvio Berlusconi, el primer ministro, de haber abandonado a la ciudad: "Se ne frega (no le importa nada) de los napolitanos", dijo.
Napolitano pide medidas inmediatas
Lo mismo parece pensar el presidente de la República, Giorgio Napolitano, que ha urgido al Gobierno a tomar medidas inmediatas para resolver el problema de su ciudad natal con un decreto que permita trasladar la basura campana a otras regiones. En Roma se dice que la Liga del Norte se niega a aprobar el decreto, pero la Región y la Provincia, que están en manos de la derecha, también exigen soluciones a Roma. Lo cierto es que Berlusconi ya avisó a los napolitanos durante la campaña electoral de que si su partido perdía la contienda, "deberían encomendarse al buen Dios".
"Berlusconi quiere dejar que se pudra la situación para volver a aparecer como el salvador de la patria", dice una portavoz del alcalde en al antedespacho de la plaza del Municipio, donde tampoco falta una colina de bolsas negras y azules. La joven ayudante no da abasto a atender las peticiones de entrevistas de los medios extranjeros. El alcalde ha aprobado un plan de emergencia para paliar los daños: recogida 24 horas, escolta policial para los camiones, dos nuevos lugares para descargar lo acumulado, y desinfección callejera. Pero son meros parches. En la periferia de Chiaia, Ponticelli o Pozzuoli (el pueblo de Sofia Loren), la situación es desesperada.
Una vez más, la imagen que Italia envía al mundo se resume en esta escena: el jueves un grupo de turistas quedó atrapado en su autocar con vistas frente a la catedral, y durante un par de horas, fotografiaron los contenedores volcados ardiendo junto al monumento.
Los extranjeros no entienden nada. "Hace dos semanas dormimos aquí y estaba todo limpio, ayer volvimos y había un olor insoportable y todo ardía", cuentan Helger Wiese, de Amsterdam, y su amiga Vanessa Englebert, de Bruselas, ambos de 29 años. "Hemos estado en Roma, en Nápoles y en Palermo y Sicilia, y es realmente una pena, porque Nápoles es casi la ciudad más bonita de todas las que hemos visto".
Acorazados contra ese drama recurrente, y blindados contra las trampas de los políticos, los napolitanos ríen por no llorar. "Toda la política es sucia y da igual quien venga, esto no tiene arreglo", dice Gigi, un quiosquero filósofo. "Yo no sé decirle si la Camorra es muy distinta de la política o si son la misma cosa, pero sí sé que ni a la política ni a la Camorra les conviene resolver este problema. Si no, lo habrían hecho ya, ¿no le parece?".