La primavera de Londres descubre al mejor Feliciano López, el enamorado de Wimbledon: 7-6, 7-6 y 6-4 en tercera ronda y al estadounidense Andy Roddick, el número diez y triple finalista en el templo de la hierba. La primavera de Londres, también, fotografía a un tenista nuevo, con la ambición espoleada por el paso de los años. Feliciano está a un paso de los 30. Ha competido más veces en Wimbledon de lo que podrá ya hacerlo. La lógica del tiempo le colocó este curso ante una disyuntiva: dejarse ir o atacar muy en serio su torneo favorito. Está en cuarta ronda y le espera el ganador del Monfils-Koubot. Los resultados dicen que eligió lo segundo
Al concierto de saques y aces que aseguraba la estadística sobrevivió el número 44 del mundo gracias a una consistencia desacostumbrada desde la línea de fondo. Solo concedió un break. Abrió la pista con el revés cortado para rematar con la derecha paralela, aprovechando su condición de zurdo. Extasió a la grada con alguna volea magnífica. Soñó siempre. Disfrutó siempre. Se regocijó, es la esencia de su juego y su personalidad, en la posibilidad de competir en la central, contra uno de los mejores tenistas del siglo XXI y con todos los focos buscándole el rostro.
La gran obra de Feliciano tiene nombre de tango: en Argentina, allá por 2008, el toledano fue el protagonista de la primera Copa Davis ganada a domicilio por España, que la logró en Mar del Plata. Aquel triunfo le valió en América el apodo de Pechito y busca continuidad desde entonces, ahogado en un mar de resultados intrascendentes y partidos perdidos en pistas secundarias. En Londres, en Wimbledon, en un grande, Feliciano juega para darle aún más brillos a su nombre.
EL PAIS/EFE