(dpa) - Estados Unidos ha sufrido un año récord de devastadoras tormentas, sequías e inundaciones: 675 ciudadanos muertos, pueblos destrozados y miles de hectáreas de campos de cultivo arrasadas son las consecuencias de 14 grandes catástrofes naturales que han dejado exhausto el presupuesto del gobierno.
Cada una de estas catástrofes causó daños por valor de más de mil millones de dólares (741 millones de euros). Unas cifras que no se veían desde hace 30 años, según la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (NOAA). Pero, ¿servirá esto para que Estados Unidos se dé cuenta de la necesidad de luchar contra el cambio climático?, se preguntan los científicos.
El mundo sigue esperando que Washington se comprometa con la reducción de emisiones de los gases que generan el efecto invernadero. Pero en las negociaciones que el lunes comenzaron en Durban, Sudáfrica, Estados Unidos se obstina en el “no”.
Washington no dará su brazo a torcer hasta que Pekín lo haga. Y China, la segunda mayor economía mundial después de Estados Unidos y la mayor emisora de gases contaminantes, pretende mantener la excepción como país en desarrollo. Juntos, Estados Unidos y China emiten alrededor del 40 por ciento de los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global.
“¿Qué tipo de señal envía Washington a los pueblos y ciudades del país que se enfrentan a las catástrofes?”, se pregunta Lou Leonard, director del programa sobre el cambio climático en la organización medioambiental WWF. “Es negligente… y peligroso.”
Durante su candidatura a la presidencia, en 2008, Barack Obama abogó por hacer del cambio climático una de las prioridades de la política estadounidense y liberar al país “de la tiranía del petróleo”. Decía que su elección como mandatario marcaría el momento “en el que el crecimiento de los océanos comenzara a ralentizarse y el planeta, a sanar”.
Sin embargo, cuando Obama asumió la presidencia en enero de 2009, su mayor preocupación era la convulsa situación económica, e invirtió un enorme capital político en la reforma sanitaria mientras su Partido Demócrata dominaba ambas cámaras del Parlamento.
Incluso los demócratas más a la izquierda dudaban de obligar a las compañías a cortar las emisiones o pagar multas, y la legislación se atascó en el Senado. Cuando el Partido Republicano se hizo con la mayoría en la Cámara de Representantes en noviembre de 2010, las perspectivas de legislar sobre el cambio climático se desvanecieron.
Bloqueado en el Congreso, el gobierno de Obama ha impulsado pequeñas medidas para poner en marcha su compromiso adquirido en la cumbre de Copenhague en 2009: reducir en un 17 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero, por debajo de los niveles de 2005, antes de 2020.
Bajo la Administración de Obama, se instó a los fabricantes de automóviles a lograr una eficiencia media para el combustible de 6,6 litros por cada 100 kilómetros para 2016, cuando en la actualidad los niveles están en 8,7 litros. El 13 de julio, los fabricantes acordaron con el Ejecutivo estadounidense aumentar esa eficiencia a 4,32 litros por cada 100 kilómetros para 2025.
Además, el pasado mes de enero la Agencia para la Protección del Medio Ambiente comenzó a imponer regulaciones sobre los gases de efecto invernadero para fábricas, principalmente para las nuevas o las remodeladas. Pero los negocios exigen estándares claros a nivel nacional, y más de una veintena de estados impacientes han emprendido iniciativas propias.
Algunos activistas en materia de protección ambiental opinan que el verdadero impulso para que el país emprenda medidas integrales podría venir del propio clima: en forma de tornados, inundaciones, huracanes o nevadas anticipadas como la del pasado mes. Quizá eso pueda convencer a los votantes, si no convence a la Casa Blanca, de los peligros que se avecinan.
“Los canales de noticias se han convertido en canales del tiempo“, afirma Lester Brown, del Instituto de Política Terrestre, en Washington. “Creo que estamos llegando a un momento crítico”, añade.
Según un sondeo del instituto Gallup realizado en agosto, el 55 por ciento de los ciudadanos estadounidenses cree que el calentamiento global es una “amenaza grave” para ellos y sus familias. Pero no se sabe si esos resultados se traducirán en las urnas en noviembre de 2012, cuando Obama se enfrente a la reelección.
Y es que ante el fracaso del presidente a la hora de cumplir sus nobles objetivos climáticos, puede que incluso los ecologistas le retiren su apoyo.