La música tiene una tendencia a quedarse en nuestra mente. Una melodía se mete cual intrusa en nuestros pensamientos y suena, una y otra vez. Algo similar le ocurrió a la doctora Vicky Williamson, una psicóloga musical que comenzó a estudiar este fenómeno que le ocurría "con mucha frecuencia".
Ella descubrió que los científicos usan una cantidad de términos para describir el asunto: síndrome de la canción pegada, música pegadiza y picazón cognitiva, o el más común "earworm" (garabato musical en América Latina o gusano musical en España), una palabra que alguna gente malinterpreta.
La experta en memoria en el Goldsmith"s College de Londres, colaboró con un programa de radio de la BBC que preguntaba a sus oyentes con qué gusanitos se estaban despertando. También recolectó más historias y experiencias a través de una encuesta en su sitio en internet, earwormery.com.
"De pronto tienes a cinco o seis personas reportando la canción de una nueva película, porque la acaban de ver. Cuando comenzamos, una canción del show de la TV estadounidense Glee, titulada "Don"t Stop Believing" llegó al primer lugar", dice.
La psicóloga musical identificó una serie de disparadores que aparentemente habían causado que estas tonadas se metieran en la cabeza de la gente y se quedaran allí.
"El primero es la exposición a la música, que significa que la persona ha escuchado la música recientemente", indica. Otro hallazgo fue que si escuchas repetidamente una canción, es más probable que se te pegue.
Pero a veces las canciones aparecen en nuestra mente incluso cuando no las hemos escuchado mucho. En este caso, algo en nuestro entorno actual podría disparar la memoria.
Otro disparador que identificó fue el estrés. Una mujer en la encuesta de Williamson dijo que una canción -"Nathan Jones", de Bananarama- se le pegó por primera vez cuando tenía 16 años y estaba rindiendo un importante examen.
Williamson afirma que los gusanos musicales podrían ser parte de un fenómeno mayor, llamado "memoria involuntaria", una categoría que también incluye el deseo de comer algo después de la idea de que apareció en tu mente. "Un deseo repentino de comer sardinas en la cena, por ejemplo", según dice. O de pronto pensar en un amigo que no has visto durante años.
“La música con frecuencia es codificada de una manera muy personal y emocional, y sabemos que cuando codificamos cualquier cosa con connotaciones emocionales o personales, se recuerda mejor en la memoria", indicó.
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