Los indignados de Taksim: El despertar de la Turquía aletargada
Las acciones de protesta que arrancaron la semana pasada para salvar un céntrico parque de Estambul de la reconversión urbanística se están mutando en un movimiento social que está despertando a numerosos sectores de la sociedad turca.
Pocos creen que el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, hará caso a las insistentes exigencias de "Dimisión" que cubren todas las paredes del centro de Estambul, pero nadie duda de que la ocupación de la plaza de Taksim marca un antes y un después en su carrera.
"Tayyip no va a dimitir, se quedará en el poder, pero la resistencia continuará; incluso si termina de estar presente en las plazas seguirá en los medios sociales. La gente no olvidará estos momentos de reacción social", opina Muzaffer Baris, pinchadiscos en un local de Estambul.
Lo mismo cree Eylem Yanardagoglu, profesora de periodismo en la Universidad de Bahçesehir y experta en nuevos medios.
"Veremos probablemente el nacimiento de un fuerte conjunto de medios independientes y ciudadanos. La gente utiliza los medios sociales de forma activa e inteligente, y la prensa convencional ha fallado totalmente a la hora de cubrir las protestas", señala.
Los grandes medios turcos ignoraron en sus primeros días las protestas, que se difundieron a través de redes sociales como Twitter y Facebook.
"Esto es un despertar real de la sociedad, incluso para la gente apática y apolítica es un movimiento civil, en su mayor parte laico, y sin divisiones étnicas y religiosas, a través de todas las ideologías, y nadie ha intentado secuestrarlo para sus fines", asegura la profesora.
De hecho, en la plaza de Taksim se pudieron ver carteles con la cara del Che Guevara al lado de los símbolos de las juventudes nacionalistas turcas de derechas, mientras jóvenes envueltos en banderas turcas participando en bailes donde se enarbolaban las enseñas amarillas del BDP, el partido prokurdo.
"Las personas se cuidan mucha unas a otras: el gas lacrimógeno saca su lado humano", concluye Yanardoglu.
El afán por mostrar solidaridad era obvio entre los millares de personas que llenaron anoche la extensa avenida que comunica Taksim con el revuelto barrio de Besiktas, donde se registraron los mayores enfrentamientos con la policía.
Mientras miles de personas se turnaban en las barricadas para impedir que la policía se acercara a la parte "liberada" de la ciudad, otros centenares repartían sprays de almagato (un antiácido) y agua, para aliviar los síntomas del gas lacrimógeno.
En numerosas mesas de la plaza de Taksim e incluso en las propias barricadas se encontraban provisiones de botellines con esa mezcla blanquecina, convertido estos días en el "maquillaje" favorito de las activistas.
Pero también hay brigadas de estudiantes de medicina, reconocibles por sus camisetas blancas, siempre atentos en la retaguardia para socorrer a cualquier herido, en la mayoría de los casos afectados por dosis fuertes de gas lacrimógeno.
Al mismo tiempo, en el Parque Gezi, donde nacieron las protestas, hubo mesas de reparto de comida y agua, aportadas por los vecinos.
Se trata de manifestaciones de organización espontánea, sin un comité central, sin figuras líder y sin dirigentes, y desde luego sin un rol decisivo del opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP), al que Erdogan ha acusado de dirigir las protestas para vengar su derrota en las urnas.
Esta acusación "no es más que una táctica para desacreditar a la oposición. El CHP no tiene importancia, no organiza nada, ni tiene capacidad para hacerlo", estima Yanardagoglu, quien tampoco cree que las llamadas a la dimisión de Erdogan puedan tener éxito.
"Es muy difícil decir que dimitirá; si deja el poder será de una manera distinta, no como dimisión a causa de las protestas", dice.
En todo caso, sí cree que la revuelta puede sacudir la estructura de poder del partido gobernante, el islamista Justicia y Desarrollo (AKP), al tiempo de dar más popularidad al presidente, Abdullah Gül.
Baris apunta, sin embargo, que el discurso moderado de Gül y del viceprimer ministro, Bülent Arinç no es más que "el juego del poli bueno y el poli malo".
"El jueves pueden ocurrir cosas muy importantes, porque es cuando Erdogan volverá de su viaje al Magreb y ordenará poner fin a las protestas", vaticina el joven activista.
EFE