El crecimiento puntero en América este año no será de Panamá, Perú o Bolivia, que son las locomotoras de alto rendimiento de la región, sino de Paraguay, con una previsión oficial del 13,6%, aunque se trata de una economía con características de súper nova, de gran fulgor, pero breve.
Con unos catorce millones de cabezas de ganado y una población de 6,6 millones de habitantes en un territorio algo mayor que Alemania, que tiene 80 millones de habitantes, Paraguay es una nación agropecuaria de vastos espacios vacíos.
Su destino está muy vinculado a las lluvias, las sequías y las plagas.
Este será un buen año para sus cosechas, lo que ha llevado al Banco Central a revisar al alza su pronóstico de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) tres veces, hasta colocarlo en el 13,6 %, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) auguró en octubre un 12 % para este año y un 4,6 % el que viene.
Además, Paraguay ha recuperado el certificado de estar libre de fiebre aftosa, lo que le facilitará el acceso a grandes mercados como Rusia y Chile.
Se trata de la cuarta mayor cifra de crecimiento en todo el mundo, tras la de Sierra Leona, Sudán del Sur y Turkmenistán, según los pronósticos del FMI.
El alza de dos dígitos de Paraguay este año llega tras una caída de un 1,2 % de su PIB el año pasado, lo que da una idea de los enormes vaivenes de su economía. En 2009 también se apuntó un crecimiento del 13 %, después de otra recesión el año anterior.
Sus explosiones económicas han tenido un impacto reducido en los indicadores de desarrollo.
El nivel de pobreza bajó del 36,8 % en 2001 al 32,4 % en 2011, pero la pobreza extrema subió del 16,7 % al 18 % en el mismo periodo, mientras que el empleo informal se redujo tan solo del 87,1 % al 81,3 %, según un reciente estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En otro países la explosión en un sector específico ayuda al resto de la economía al generar empleo e incrementar la recaudación tributaria, que el Estado puede dedicar a mejorar la educación, la salud o a transferencias directas a los pobres como los programas Bolsa Familia de Brasil u Oportunidades de México.
En Paraguay eso no ha ocurrido. La producción agropecuaria está en las manos de un puñado de latifundistas, que explotan el campo con alto uso de tecnología y poca mano de obra.
Se trata del país con la segunda mayor concentración de tierras en el mundo, ya que el 2,6 % de los propietarios detentan el 85,5 % de la superficie agraria, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La pobreza aflige al 44,8 % de los habitantes rurales, por lo que en el campo conviven los paraguayos más ricos con los que menos tienen.
Julio Fernández, economista jefe del PNUD, aseveró que los pequeños productores están "totalmente desatendidos" por el Estado.
La expansión de los cultivos a gran escala, que aumentan el PIB paraguayo, ocultan un efecto negativo para la sociedad, pues ha empujado a parte de esa población rural a bolsones de pobreza en las ciudades, dijo a Efe Julio Ramírez, investigador del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP).
Asimismo, la bonanza de las cosechadoras no resultan necesariamente en un gran flujo de guaraníes para el Estado paraguayo, que es el que menos tributos recoge en América Latina, con solo un 12,3 % del PIB, según Ramírez.
La soja y la carne, sus dos principales exportaciones, generan un 20 % de su PIB y la gran mayoría de sus exportaciones, pero solo contribuyen un 2 % a los ingresos fiscales, explicó.
Los intentos de acabar con ese desfase han chocado con la enorme influencia de los latifundistas en el Congreso.
Desde 2014 el sector agropecuario tendrá que abonar un nuevo impuesto a la renta y habrá una ampliación del IVA, debido a una reforma tributaria impulsada por el presidente Horacio Cartes.
Sin embargo, Ramírez consideró que contempla muchas deducciones y oportunidades para evitar el pago.
Un impuesto más fácil de cobrar, sobre las exportaciones de granos, fue vetado por el presidente, que es dueño de un emporio empresarial que también incluye la producción agropecuaria.
Cartes argumentó, entre otras razones, que las grandes compañías exportadoras trasladarían la carga del tributo a los productores, lo que restaría competitividad a la economía.EFE
Con unos catorce millones de cabezas de ganado y una población de 6,6 millones de habitantes en un territorio algo mayor que Alemania, que tiene 80 millones de habitantes, Paraguay es una nación agropecuaria de vastos espacios vacíos.
Su destino está muy vinculado a las lluvias, las sequías y las plagas.
Este será un buen año para sus cosechas, lo que ha llevado al Banco Central a revisar al alza su pronóstico de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) tres veces, hasta colocarlo en el 13,6 %, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) auguró en octubre un 12 % para este año y un 4,6 % el que viene.
Además, Paraguay ha recuperado el certificado de estar libre de fiebre aftosa, lo que le facilitará el acceso a grandes mercados como Rusia y Chile.
Se trata de la cuarta mayor cifra de crecimiento en todo el mundo, tras la de Sierra Leona, Sudán del Sur y Turkmenistán, según los pronósticos del FMI.
El alza de dos dígitos de Paraguay este año llega tras una caída de un 1,2 % de su PIB el año pasado, lo que da una idea de los enormes vaivenes de su economía. En 2009 también se apuntó un crecimiento del 13 %, después de otra recesión el año anterior.
Sus explosiones económicas han tenido un impacto reducido en los indicadores de desarrollo.
El nivel de pobreza bajó del 36,8 % en 2001 al 32,4 % en 2011, pero la pobreza extrema subió del 16,7 % al 18 % en el mismo periodo, mientras que el empleo informal se redujo tan solo del 87,1 % al 81,3 %, según un reciente estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En otro países la explosión en un sector específico ayuda al resto de la economía al generar empleo e incrementar la recaudación tributaria, que el Estado puede dedicar a mejorar la educación, la salud o a transferencias directas a los pobres como los programas Bolsa Familia de Brasil u Oportunidades de México.
En Paraguay eso no ha ocurrido. La producción agropecuaria está en las manos de un puñado de latifundistas, que explotan el campo con alto uso de tecnología y poca mano de obra.
Se trata del país con la segunda mayor concentración de tierras en el mundo, ya que el 2,6 % de los propietarios detentan el 85,5 % de la superficie agraria, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La pobreza aflige al 44,8 % de los habitantes rurales, por lo que en el campo conviven los paraguayos más ricos con los que menos tienen.
Julio Fernández, economista jefe del PNUD, aseveró que los pequeños productores están "totalmente desatendidos" por el Estado.
La expansión de los cultivos a gran escala, que aumentan el PIB paraguayo, ocultan un efecto negativo para la sociedad, pues ha empujado a parte de esa población rural a bolsones de pobreza en las ciudades, dijo a Efe Julio Ramírez, investigador del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP).
Asimismo, la bonanza de las cosechadoras no resultan necesariamente en un gran flujo de guaraníes para el Estado paraguayo, que es el que menos tributos recoge en América Latina, con solo un 12,3 % del PIB, según Ramírez.
La soja y la carne, sus dos principales exportaciones, generan un 20 % de su PIB y la gran mayoría de sus exportaciones, pero solo contribuyen un 2 % a los ingresos fiscales, explicó.
Los intentos de acabar con ese desfase han chocado con la enorme influencia de los latifundistas en el Congreso.
Desde 2014 el sector agropecuario tendrá que abonar un nuevo impuesto a la renta y habrá una ampliación del IVA, debido a una reforma tributaria impulsada por el presidente Horacio Cartes.
Sin embargo, Ramírez consideró que contempla muchas deducciones y oportunidades para evitar el pago.
Un impuesto más fácil de cobrar, sobre las exportaciones de granos, fue vetado por el presidente, que es dueño de un emporio empresarial que también incluye la producción agropecuaria.
Cartes argumentó, entre otras razones, que las grandes compañías exportadoras trasladarían la carga del tributo a los productores, lo que restaría competitividad a la economía.EFE