Michelle Bachelet quiere volver a gobernar Chile y tiene buenas posibilidades de lograrlo si se imponen la lógica de los votos de la primera vuelta y las encuestas, que la dan como gran favorita para ganar este domingo la segunda ronda de las elecciones presidenciales.
Pero la Bachelet que roza nuevamente el poder no es la misma que habitó el Palacio de La Moneda entre 2006 y 2010. Es distinta y ella misma lo reconoce.
"Dentro de mi algo cambió. Ya fui presidenta y eso te da una parada distinta, un mirar las cosas que no va a ser nunca igual que antes", declaró al poco tiempo de retornar a Chile tras dirigir durante más de tres años la agencia ONU Mujeres.
Sonríe menos, guarda más silencios y permanece rodeada de un estrecho "círculo de hierro".
"Siempre he sido madura y seria, pero sigo siendo superalegre", dice la candidata.
La nueva Michelle Bachelet se muestra más decidida a impulsar grandes cambios en un país menos tolerante con la desigualdad.
Con un programa que ha despertado duras críticas de la derecha gobernante, Bachelet quiere reemplazar la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, garantizar educación gratuita y de calidad y subir los impuestos a las empresas del 20 al 25 %.
La propia candidata ha reconocido que su proyecto es ambicioso, pero tiene a su favor una gran popularidad y los buenos resultados que la Nueva Mayoría obtuvo en las parlamentarias celebradas el pasado 17 de noviembre.
El camino recorrido no ha sido fácil para esta médico cirujana, pediatra y epidemióloga de la Universidad de Chile, de 54 años, que domina seis idiomas, se casó dos veces, está separada, es madre de tres hijos, y quien afirma que nunca aspiró a terminar en La Moneda y mucho menos regresar a ese palacio de Gobierno.
Verónica Michelle Bachelet Jeria nació el 29 de septiembre de 1951 en Santiago y fue la segunda hija de la antropóloga Angela Jeria y del general de brigada aérea Alberto Bachelet, colaborador del Gobierno de Salvador Allende que falleció por torturas en prisión después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973.
La muerte de su padre marcó la vida de Bachelet, quien cuando se produjo el golpe militar tenía 22 años y militaba en las Juventudes Socialistas.
Un año después de la muerte de su padre fue detenida junto a su madre por la policía secreta y trasladada a "Villa Grimaldi", el peor centro de reclusión de la dictadura.
"Me separaron de mi madre. Me empezaron a interrogar. Me torturaron (...), me cuesta recordar, como que se me bloquearon los malos recuerdos. Pero lo mío no fue nada al lado de lo que sufrieron otros", relató en una entrevista.
Tras ser liberadas, madre e hija se exiliaron en Australia y luego en la República Democrática Alemana, donde Bachelet prosiguió su carrera de Medicina en la Humboldt Universitat, de Berlín.
Regresó a Chile en 1979, retomó sus estudios y se tituló como médico cirujana, al tiempo que retomaba la actividad política y colaboraba con ONG de apoyo a hijos de torturados y desaparecidos.
Familiarizada desde niña con los temas castrenses, Bachelet también hizo un curso sobre estrategia militar en Chile y otro en el Colegio Interamericano de Defensa, en Washington.
En 1995 fue elegida miembro del comité central del Partido Socialista y en 1998 se integró en la comisión política, para posteriormente sumarse al Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006) primero como ministra de Salud y después como titular de Defensa.
En poco tiempo, Bachelet tomó el mando y se ganó el respeto de los militares.
Una de las situaciones que recuerda con mayor tensión es haber coincidido en el ascensor de su casa con uno de sus torturadores.
Durante su gestión en Defensa comenzó, además, a ganar popularidad en las encuestas.
Su imagen pública quedó marcada cuando, durante unas inundaciones en el sector norte de Santiago, apareció encaramada en un tanque dirigiendo la operación de rescate de los damnificados.
Ese día, según los analistas, nació el "fenómeno Bachelet", aunque pocos imaginaban que se convertiría en la primera presidenta de Chile y en una líder política suficientemente convincente como para aglutinar tras de sí a formaciones políticas que van del centro a la izquierda.
Superando iniciales reticencias, Bachelet incluso logró incorporar a su proyecto a un grupo de jóvenes diputados elegidos recientemente que hasta hace poco lideraron el movimiento estudiantil.
Por eso, hay quienes auguran que su presidencia será "potente" e "intensa".
"Su gobierno será el más difícil desde Allende, y su programa, el más transformador desde entonces", comenta un cercano colaborador.
Ella, con una tranquilidad que muchas veces irrita a sus adversarios, no muestra temor frente a los nuevos desafíos que se ha impuesto.
"Tengo experiencia para conducir este proceso con responsabilidad y gobernabilidad porque nadie quiere una crisis en el país", asegura.
efe