El Celta lleva al Betis al diván
Dice Borja Oubiña, el capitán del Celta, que lo peor que le puede pasar a un equipo es verse inmerso en una liza que no aguarda, pelear por algo que no contemplaba como un objetivo porque lo entendía superado. La lucha por evitar el descenso está cada vez más democratizada, pero cada año hay al menos un par de equipos que, sin esperarlo, se entrampan en ella. Y sufren como este Betis que se busca y no se encuentra, que cambia de entrenador, apela al talento y al carácter, pero se viene abajo como un castillo de frágiles naipes. Nada de eso le ocurre al Celta, que puede ir mal que bien por la competición, pero sabe por lo que juega, al que nada le pilla de improvisto, con sus defectos, que le tienen apurado en la clasificación, pero con la determinación y el temple necesario para regatear los imprevistos. Ayer el equipo que dirige Luis Enrique creció tras ellos, todo lo contrario que el Betis, que se cayó con estrépito en cuanto se topó con un palo en la rueda.
Camino de los cuatro meses sin catar la victoria, el Betis salió a Balaídos con la ambición que se puede aguardar en un combo que busca rearmarse en torno a su tercer entrenador en apenas semanas. Adelantó la línea y buscó una presión alta, no asfixiante, pero sí molesta. Importunó al Celta en la salida del balón y le desconectó a su zaga de los centrocampistas. Lo peor que le puede pasar al equipo vigués es jugar cerca de su meta. Ahí estaba el partido y lo aprovechó el Betis, desafortunado de inicio por un error arbitral en una mala interpretación local del fuera de juego, pero atinado para responder al segundo error de Fontás en la circulación. Marcó el Betis tras cerrar los caminos del central y responder por el flanco más débil del Celta, el izquierdo, donde Jonny apenas disponía de ayudas. Por ahí Juanfran pasó como un avión ante el lateral y sobre todo ante Orellana, poco atento en el repliegue, para cabalgar hacia un centro que tenía dos rematadores en el área pequeña. Baptistao no llegó, sí Rubén Castro, que anotó un gol que cambió el partido.
Todo mudó porque el Celta encontró una respuesta rápida sin apenas activarse. Su contundencia para lograr el empate en su primer intento alertó sobre lo que era el Betis en defensa, muy poquito. Dos centros al área laminaron al equipo sevillano, que los defendió mal, sobre todo Paulao, despistado y baqueteado primero por Orellana, luego por Charles. Dolorido en un tobillo casi desde el pitido inicial, el central brasileño fue de desastre en desastre y coronó su lamentable noche al propiciar el tercer gol del Celta tras un desafortunado rechace en el área. Para entonces el Betis ya había perdido la pelota y no había noticias de Verdú, uno de esos futbolistas que se alimentan de ella. Desplomado como estaba tiró de orgullo tras el descanso. Mostró fútbol, despreció el riesgo de una sentencia local, pero le abandonó la puntería y, en fin, de nuevo su zaga, que permitió la sentencia de Nolito y convirtió en intrascendente otro gol postrero de Rubén para quedarse en la tabla con 11 puntos, a otros tantos del Celta, que empieza a hacerse fuerte como local. Para el Betis siguen los tiempos difíciles: quizás lo mejor que puede hacer durante las próximas semanas es intentar jugar sin la clasificación en la cabeza.
EL PAIS