Una nutrida cola de jubilados aguarda desde las ocho de la mañana -una hora menos en la Península-, ante la sede central del Banco Nacional de Grecia, la principal entidad comercial del país. Esperan conocer el listado de sucursales de bancos que abrirán sus puertas sólo para los pensionistas, pues muchos carecen de tarjeta y no pueden retirar dinero de los cajeros durante la semana en que los bancos permanecerán cerrados. “Han dicho que abrirán a las 12 algunas oficinas en Atenas y también en las principales ciudades de Grecia, pero no hay nada seguro”, asegura Panayotis, que se resiste a confesar cuánto cobra de pensión. “1.500 euros”, dice en voz baja, “pero es la suma de tres pensiones de la Administración, y cobraba 3.000 antes de los recortes. Obviamente, mi situación no es desesperada como la de otros conocidos”, añade.
“¿Pánico?”, se pregunta retóricamente Yorgos, otro jubilado que declina especificar su pensión, en la misma cola. “Pánico fue el de la guerra civil, cuando al acostarte no sabías si ibas a estar vivo al día siguiente… Esta es otra guerra, pero económica, y por tanto incruenta. Nos lo tomaremos con calma, no nos queda otra”.
Salvo la cola a la puerta del banco, la normalidad en las calles es total: los supermercados han abierto como otro día cualquiera, las gasolineras registran menos actividad que este domingo –las autoridades han garantizado la existencia de suficiente combustible- y el Gobierno ha anunciado que el transporte público en Atenas (metro, autobuses y tranvías) será gratis hasta el próximo martes (el billete normal cuesta 1,20, la mitad el reducido).
“Es llamativa la resistencia de los abuelos”, comenta el dueño de un establecimiento contiguo al banco, que ronda los cuarenta. “Para nosotros, los jóvenes, es la primera vez que debemos hacer frente a un momento difícil, estoy seguro que lo sobrellevaremos peor que ellos”.A diferencia de los jubilados concentrados ante el banco, Aspasía, de 76 años, asegura que no está dispuesta a hacer ninguna cola, y eso que, cuenta, sólo tiene 50 euros en efectivo, que se le quedarán en 20 tras hacerse una radiografía, esta misma mañana. Con el resto quiere comprar pescado e invitar a comer a sus hijos. “No tengo tarjeta pero tampoco miedo. No voy a hacer colas. Tengo comida suficiente en casa y esto no me asusta en absoluto. Viví la ocupación nazi y no me impresiona nada de lo que pase”.EL PAIS