( Nota de Prensa) – “El encierro” es un ritual practicado en la cultura wayú para enseñarle a una niña los roles que debe cumplir como mujer.
Es considerado un proceso de purificación del alma y del cuerpo, al igual que una etapa de formación, pues se sigue un patrón de crianza.
Para la wayú Karin Herrera el Encierro tiene una connotación sagrada. “Este proceso puede durar desde 15 días hasta 1 año, en otros tiempos podía durar hasta 5 años”, dijo.
Inicia al momento que la niña tiene su primer periodo menstrual, inmediatamente la madre o abuela materna la aíslan de la sociedad para que nadie pueda verla y la encierran en un cuarto durante el tiempo que ellas consideren prudente. En ese espacio guindan un chinchorro a una altura considerable para que la niña no tenga mucha posibilidad de movimiento.
Lo más importante del Encierro es que en ese tiempo la enseñan a tejer, considerado un arte en la cultura wayú. “Le enseñan a tejer chinchorros y bolsos, también a hacer bordados y muñecas de arcilla y barro. La abuela le dice: todo esto tienes que aprender, porque cuando yo ya no esté eres tú quien debe multiplicar todos estos conocimientos. Si tu esposo te falla tienes manos para defenderte”, expresó Herrera, quien apuntó que la principal actividad económica del pueblo wayú es la artesanía, creaciones hechas con manos de mujer.
En ese tiempo la madre o la abuela la alimentan de la manera más sana para cuidar su estado físico. “No puede comer ningún alimento que contenga grasa, todo debe estar hecho al vapor. Suele comer masamorra y tomar chicha de maíz, además de algunas bebidas medicinales,entre ellas la Pali’ise para la limpieza de los órganos reproductivos de la niña, el Kasuo’ulu para depurar su sistema digestivo y el Wuito’ushi para el cuidado de su piel”, explicó.
El Encierro culmina cuando así lo decidan su madre y su abuela. La sacan del cuarto y la abuela materna la baña a la medianoche sobre una piedra cubierta de plantas medicinales. Le cortan el cabello y la visten con ropa nueva, como símbolo de renovación.
Al finalizar este ritual sagrado la abuela y la madre le avisan al papá que debe presentarla ante la sociedad como una nueva mujer. “Se hace una fiesta, una comelona. Ya dejó de ser niña y todos tienen que respetarla como mujer. La Yonna es el baile tradicional wayú que hace la señorita en compañía de uno de los invitados de la fiesta”, dijo.
La Yonna, baile tradicional de los wayú
La Yonna es un baile wayú en el cual el hombre representa el viento y las mujeres la fuerza de la madre tierra.
El baile consiste en una especie de persecución en donde una o varias mujeres persiguen al hombre, quien al ritmo de la música marcha hacia atrás, y la mujer, como tratará de derribar al varón, si no lo consigue al cabo de un tiempo vendrá otra a relevarla.
La indígena wayú Karin Herrera asegura que la Yonna es un rito simbólico en búsqueda del equilibrio social, solidaridad colectiva y relación entre el cosmos y el hombre.
“Para la Yonna, las mujeres utilizan trajes especiales y floreados llamados wayuushe’in y un pañuelo de color rojo. Este atuendo va acompañado de collares, pulseras de oro y tobilleras de kakuna -mostacillas para que suenen al bailar”, explica Herrera, a la vez que asegura “es una danza libre pero bastante dinámica”.
El viaje a Jepira o un segundo velorio
En el pueblo wayú una de las creencias más arraigadas a lo largo de los años es que la vida no culmina con la muerte.
El segundo velorio wayú, conocido como Anajawaa, representa para este pueblo ubicado en la frontera colombo-venezolana uno de los rituales más sagrados, pues luego de 10 años de la muerte de un wayú se realiza la exhumación de sus huesos para luego colocarlos en una bóveda y ser llevados al cementerio donde reposan todos sus familiares, para que todos permanezcan unidos.
Esa persona que falleció suele comunicarse con sus familiares a través de los sueños para indicarles que ya está preparada para ir a Jepira.
Este ritual que se realiza durante 3 días, implica un tiempo de preparación que puede tardar años, en él participan los familiares del fallecido y las personas más allegadas. Ningún familiar del difunto puede faltar porque este segundo velorio es considerado como la última oportunidad que tienen sus familiares de estar con esa persona, por ello todo se planifica con anterioridad.