Rafa Benítez se la juega en su otra casa por Navidad. Vuelve a su antigua ciudad, donde triunfó. Y espera comerse el turrón de Año Nuevo a costa de su otro gran club español, el Valencia.
Ruega que le dejen trabajar sin la presión periódica de cada partido. Pide que le valoren en mayo. Que le dejen hacer el equipo que desea. Su carrera revela que sus sistemas requieren un mínimo de un año de corte y confección para dar fruto. Y los hechos le dan la razón. Hoy vuelve a Mestalla, el estadio donde vivió la épica del éxito tras medio año de sufrimiento, al borde del despido. Desea repetir esa historia, ahora en el Real Madrid, catorce años después. Y rechaza que se juegue el turrón del Año Nuevo en su otra casa. «No pienso tropezar. Quiero ganar. Espero dar muchas ruedas de prensa en el Real Madrid durante muchos años». En privado manifiesta que una victoria puede significar el punto de inflexión de su equipo, como sucedió en 2001. El empate del Barcelona en Cornellá era otro capítulo de inyección moral sobre sus aspiraciones ligueras. Ahora tiene como misión hacer entrar en juego a Kroos, a Bale y a James Rodríguez, quienes no rinden a su nivel.
Aquellos tiempos turbulentos en Valencia que vivió el entrenador se asemejan a los actuales. Fichado por Subirats en julio de 2001, Marcelo Safont, consejero valencianista de la cuerda de Francisco Roig, adujo que «el único Benítez que conocía era torero». Safont recordará para toda la vida el refrán de la boca cerrada y las moscas. Los dos directivos exigieron que el secretario técnico se responsabilizara del fichaje de un «técnico de equipos modestos». Sin apoyos en el club blanquinegro, el técnico madrileño acumuló desde noviembre cinco partidos sin ganar. Y el 23 de diciembre se la jugó en campo del Español. En el descanso perdía 2-1. Algún consejero ya tenía recambio. La reacción en el intermedio del preparador aleccionó a sus pupilos. Remontó. Venció 2-3. Continuó. Ganó la Liga en mayo.
«Siempre agradecidos», pancarta en su nombre
Nació así una etapa gloriosa de cuatro años, frente a los colosos del Real Madrid y el Barcelona, en la que conquistó también la Liga y la Copa de la UEFA de 2004. El Liverpool le echó el guante ese verano. Se marchó llorando de Mestalla. Y en Anfield Road confirmó otra época para enmarcar. Ahora anhela emular esos triunfos en el equipo de su vida, el que se lleva desde pequeño en el corazón, que no admite más que uno.
Manuel Llorente, presidente del Valencia, impuso la insignia de oro y brillantes a Benítez muchos años después, el 19 de septiembre de 2011, en reconocimiento a su excelente labor en aquel cuatrienio. Y hoy, en un partido de máxima rivalidad, Mestalla brindará un bonito homenaje al hombre que más títulos ha dado al club. «Siempre agradecidos», rezará una pancarta en la grada, con el dibujo de sus tres grandes trofeos festejados.
Charla con el equipo
El Valencia demostrará que quiere mucho más a Benítez que la afición del Real Madrid. «Será un día muy emotivo para mí», aduce el responsable del conjunto blanco. «De bien nacidos es ser agradecidos». Y después intentará vencer para dar ese salto adelante que el club le exige.
Lo que él exigirá a sus hombres es morir en el césped para recuperar puntos ante el Barcelona y revolucionar el ambiente de pitos y desconfianza que ha reinado en el Bernabéu en los encuentros frente al Rayo y la Real Sociedad.
La «rafaelina» que Benítez dio ayer a su plantilla continuará hoy en el vestuario de su querido Mestalla con la energía del espíritu positivo recuperado. «Ya os lo dije, la Liga no está perdida, todos van a perder puntos. Hay que creer en nosotros y luchar al máximo para pelear por el título».
Desea que sus futbolistas tengan «la raza, la casta, de Di Stéfano, Pirri y Juanito» para dar un vuelco a la situación, aunque parte siempre de una premisa: «Añadir el carácter a la calidad». Su ejemplo es Ronaldo. Ante la Real Sociedad «se echó el equipo a la espalda». Y decidió con su clase en un gol, el 2-1, difícil de copiar, en un momento crítico de los blancos.
El Madrid desconecta
Reflexiona que el Madrid carece de una virtud: «Nos falta continuidad. Hay partidos en los que lo hacemos bien y otros en los que hay fases en las que parece que desconectamos. Debemos encontrar en el campo la frase que mencionaba Ancelotti, el equilibrio entre ataque y defensa».
Hoy contará con todos los futbolistas para superar este examen final. Ramos es alta y jugará. Si el Madrid da una mala imagen, Valencia echará a Benítez, pero de la casa blanca. Lo que es la vida. Aunque los locales no han funcionado hasta ahora con Neville, el entrenador madridista destacaba un dato: «Ellos llevan un año sin perder en su campo».
Se la jugará hoy con los mejores. Benzema, que sufrió un golpe en un tobillo, espera ser titular. Mientras muchos esperan que a Benítez se le pase el arroz en Valencia, el conjunto madrileño espera estar en su punto en Mestalla y lograr un triunfo que cambie la Liga. El preparador madridista recordaba la derrota de Ancelotti, 2-1, el 3 de enero de 2015, preludio del fracaso final. No quiere ver aquella apatía en el partido. La combatirá con cambios al instante. O le cambiarán a él. Antes que eso, Lucas Vázquez, Kovavic y Casemiro estarán en el campo.
Éxito en Valencia
Rafa Benítez estuvo cuatro años, desde el curso 2001 hasta el de 2004, al frente del vestuario del Valencia. Y el primer año estuvo al borde del despido en el mes de diciembre, pero se salvó con un triunfo vital ante el Español (2-3) pese a ir perdiendo en el descanso (2-1).
Ganó dos Ligas. En la jornada 17 de la Liga 2001-02 era octavo y en la 24 ya era líder. En la 37, en mayo, el Valencia se proclamaba campeón de Liga 31 años después. Repitió el título liguero en la campaña 2003-04, con Aimar, Vicente, Cañizares, Marchena, Albelda, Rufete, Ayala y Carboni al frente.
Y levantó una Copa de la UEFA. Ganó al Olympique de Marsella por 2-0 en Goteborg, en 2004. Y Benítez se marchó al Liverpool.
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