Por primera vez en 53 años los cubanos ven como en pocas horas como las calles del centro histórico habanero se invaden de turistas proveniente de EE UU, ciudad que desde 1959 ha ejercido como capital del anticastrismo, una condición que no han podido cambiar del todo.
La isla antillana está de moda, sobre todo en Estados Unidos. Mientras se organizan desfiles de Chanel y se filman películas de Hollywood, los cubanos se prepara para el “boom” turísticoDesde la “atalaya” de su puesto como guardia de seguridad en uno de los edificios que bordean la Avenida del Puerto, Abelardo Guevara ha visto casi todos los cruceros que han llegado a La Habana durante la última década. Ese tal vez sea el mayor incentivo adicional de su trabajo: mientras otros deben acercarse hasta la terminal Sierra Maestra para admirar los gigantes blancos que de tiempo en tiempo se adueñan del paisaje de la bahía, él puede disfrutarlos a placer desde una posición privilegiada, sin esfuerzo alguno.Así tiene -casi al alcance de la mano- los destellos de un mundo tan cercano como distante. Al menos para quien como él vive de un salario estatal cubano y reside en Alamar, una extensa urbanización de edificios de la era soviética ubicada al este de la capital.En la mañana de este lunes, Abelardo también estuvo de guardia. Y como para no faltar a las cábalas, nuevamente el destino lo puso frente a frente con una de esas ciudades flotantes que en pocas horas inundan de turistas las calles del centro histórico habanero. Sin embargo, en esta ocasión asistía a un hecho histórico: por primera vez en 53 años el crucero que tocaba puerto llegaba desde los Estados Unidos.No solo eso: su punto de origen había sido Miami, la ciudad que desde 1959 ha ejercido como capital del anticastrismo, una condición que no han podido cambiar del todo ni las nuevas generaciones de cubanoamericanos ni las recientes oleadas migratorias procedentes de la isla.Tras crecer casi un 20% entre 2014 y 2015, la industria turística cubana podría rondar en 2016 los cuatro millones de visitantes, una cifra que, a pesar de su magnitud para el discreto escenario local, está bien lejos de lo que podría llegar a ser. Así piensa James Williams, presidente de Engage Cuba, para quien resulta una certeza qué ocurrirá el día en que se levanten las prohibiciones que impiden a sus conciudadanos viajar a la isla como turistas comunes (ahora lo hacen al amparo de un complicado sistema de licencias).“Nuestros cálculos son conservadores, pero prevemos que en uno o dos años los números crecerán hasta más de dos millones de [norte]americanos al año”, dice. La cuestión es que tanto en la Casa Blanca como en el Palacio de la Revolución también lo saben.
Precisamente hacia ese nicho de mercado apuntan compañías como Carnival, Iberostar y Kempinski, que en sus respectivas modalidades se aprestan a asumir una ‘explosión’ turística que podría dejar atrás a todos los restantes destinos del Caribe… e incluso los de los propios Estados Unidos.
En lo económico, el gigantesco mercado norteamericano se perfila como el catalizador esencial para la oleada de cambios que se vive en ambas orillas del Estrecho de la Florida. Así ha sucedido con la autorización otorgada a Carnival y seis empresas de ferris para que realicen viajes regulares a la isla. El hecho fue resultado de la presión de organizaciones como Engage Cuba, un ‘lobby’ que agrupa a empresarios, asociaciones comerciales y grupos de la sociedad civil partidarios de la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana.Lograr lo que parecía una herejía fue solo el primer paso; a continuación (el 22 de abril), el Gobierno de Raúl Castro se vio obligado a derogar una vieja ley que prohibía a sus nacionales llegar al país o salir de él por la vía marítima, y otra más reciente que limitaba la importación de automóviles a un pequeño número por calendario y solo para contadas instituciones.Cuba está de moda
“Es verdad que ya las cosas no son como antes, yo mismo tengo conocidos que se fueron y pasan más tiempo en Cuba que en la Yuma [calificativo informal referido al exterior, sobre todo a los Estados Unidos]. Pero de todas formas es un cambio grande, si hace algún tiempo alguien me hubiera dicho que vería algo así, le hubiera respondido que estaba loco”, dice Abelardo.“Locura” es solo un término relativo en La Habana de estos días. En los últimos meses, aquí se han vivido las visitas del papa Francisco y el presidente norteamericano, Barack Obama, las más sobresalientes entre una larga lista de otros mandatarios y hombres de negocios que han hecho a más de uno exclamar que la ciudad está “de moda”.
A los viajeros del ‘Adonia’, el crucero de la compañía Carnival que inaugura la nueva línea de viajes, los recibe también el gigantesco dispositivo que acompaña a las filmaciones de la octava parte de la película ‘Fast and Furious’.A solo unas cuadras del puerto, ya comienzan a verse los desvíos de tránsito y las calles llenas de camiones llegados desde Hollywood, que sobresalen entre toda la parafernalia de un mundo que hasta ahora los cubanos solo conocían a través de la televisión. Algunos vecinos incluso han aprovechado para hacer su agosto, contratándose como extras, o alquilando sus balcones y vendiéndoles meriendas a los cientos de curiosos que siguen cada detalle del espectáculo. Esta semana, la glamurosa firma de moda francesa Chanel ha presentado su colección 2016-2017 en el Paseo del Prado de La Habana.